CRíTICA: «Kauwboy»
Todo lo que hay que saber sobre los grajos y los niños
Mikel INSAUSTI
Esta sensible película neerlandesa no es más que la historia de amistad entre un niño y un grajo, así de simple y así de complicado, porque a veces las creaciones más sencillas acaban siendo las más profundas. El debutante Boudewijn Koole, un documentalista que se pasa la ficción, ganó con «Kauwboy» en la Berlinale el Premio a la Mejor Ópera Prima, gracias a sus dotes de observación para captar el mundo cotidiano en sus silencios y soledades.
Koole se remonta al primer Ken Loach de aquella inolvidable realización de 1.969 titulada «Kes», donde el maestro inglés describía la relación entre un niño, perteneciente a un deprimido pueblo minero, y un majestuoso halcón. Elneerlandés cambia de forma significativa el ave rapaz por un modesto grajo, reconvertido en mascota doméstica. El pequeño protagonista habla con el pájaro, a falta de una comunicación verdadera con su desestructurado entorno familiar. También habla con un contestador en el que deja mensajes a la madre ausente.
El padre de Jojo, niño de diez años interpretado muy viva y expresivamente por el actor infantil Rick Lens, trabaja como vigilante nocturno y duerme de día. No existe un diálogo fluido entre ambos, por lo que su relación es más física, con peleas que empiezan como un juego y terminan siendo una válvula de escape para le tensión interna acumulada. El recuerdo materno se limita al sonido de su voz en las canciones de música country que dejó, desde que partiera a una gira por Sudáfrica, si no me equivoco, de la que nunca regresó.
Jojo aprende de la vida por necesidad, y para cuidar de su grajo se documenta e informa en todo lo concerniente a la ornitología. No tiene ayuda de nadie y se comporta como un superviviente, aunque la aventura de poner la lavadora o de cocinar una tarta de cumpleaños acaben en desastre. Todo eso no es nada comparado con el enorme reto al que se enfrenta, siendo apenas un preadolescente, y que consiste en superar la perdida y dar por concluido el duelo. El duro trance le lleva a descubrir el odio y el impulso criminal, pero comprende finalmente que un ser vivo no se sustituye por otro.