Giro de Italia
Nibali, el tiburón de las nieves
El italiano dio el último golpe de efecto en la general. Beñat Intxausti subió un puesto, al octavo, y Samuel bajó al duodécimo.
Imanol CARRILLO
El gran tiburón blanco, ese depredador de los mares con sangre caliente, es uno de los animales más temidos de los océanos. Sin embargo, existe otro tiburón, el de Mesina, capaz de ascender hasta cotas muy elevadas -exactamente hasta los 2.304 metros- y convertirse en el rey del Giro. Se trata de Vincenzo Nibali quien, no conforme con su maglia rosa, dio el definitivo golpe de autoridad en la ronda italiana adjudicándose el triunfo de etapa en las Tres Cimas de Lavaredo.
El de ayer fue, sin duda, el broche de oro a un Giro sin fisuras para el corredor del Astana. El siciliano se hizo con el liderato en la octava etapa, arrebatándoselo al vizcaino Beñat Intxausti -que sube un puesto en la clasificación general y ya es octavo- , y llegará esta tarde a la meta de Brescia enfundado en rosa.
Después de la suspensión de la jornada del viernes a causa de la nieve y el frío, la de ayer era la última prueba de fuego para Nibali, mientras que sus rivales más directos necesitaban desbancar al líder de la ronda.
La dureza estuvo reservada para el final, primero con Tre Croci, 7,95 kilómetros al 7,3% para empalmar sin apenas descanso con el repecho de Sant Angelo, 1 kilómetro al 11%, y con Las Tres Cimas de Lavaredo (Refugio Aronzo), 3 kilómetros finales al 12,4% y rampas de hasta el 18%.
En esas últimas cuestas, Nibali no dejó ni que sus rivales marcasen el ritmo, por lo que asumió responsabilidades y la pauta a seguir y se encaminó poco a poco hacia la meta.
Para ello, tuvo que dar caza a los cuatro hombres que protagonizaron la escapada del día. Ermeti (Androni), Brutt (Katusha), Hansen (Lotto) y Popovych (RadioShack) se fueron en el kilómetro 30 y llegaron a tener hasta ocho minutos de ventaja a mitad de carrera -Euskaltel se puso a tirar en el pelotón-, pero fueron neutralizados en las primeras rampas de la ascensión a las Tres Cimas de Lavaredo.
Directo a la victoria
En esos momentos iniciales de ascensión el control y el respeto entre los primeros de la general era claro, pero no tardó demasiado Vincenzo Nibali en atacar. Primero tensó la cuerda para que sus compañeros de grupo soltasen a más corredores y crear un grupo más selecto.
Sin embargo, el italiano decidió tirar él solo y abrir hueco poco a poco. En esas, dejó descolocados a los colombianos Rigoberto Urán (Sky), Carlos Alberto Betancur (Ag2r) y Fabio Duarte (Colombia), descubrió las debilidades de Cadel Evans (BMC), quien terminó cediendo 1:30 con el líder Nibali, e incluso adelantó a Eros Capecchi (Movistar), en cabeza de carrera.
La alianza colombiana de la que tanto se había oído hablar jornadas anteriores, no funcionó, mientras que Evans perdió tiempo a cada pedalada que dio. En la meta, Nibali alzaba los brazos en lo alto de la cima y vio cómo llegaban exhaustos sus rivales más próximos. Entre ellos, Beñat Intxausti (Movistar), que arrebató el octavo puesto a Mauro Santambrogio. Peor le fue a Samuel Sánchez (Euskaltel), quien tenía esperanzas de luchar por la victoria y terminó cediendo su décimo puesto para situarse duodécimo.
Al término de la dura etapa, Vincenzo Nibali recalcó que «quería dejar una señal, también con relación a lo que pasó ayer (el viernes, el anuncio del positivo de Di Luca), para que todos sepan lo que es verdaderamente el ciclismo. El Giro ha sido muy duro, era el objetivo principal de la temporada. En la subida final, sentí el calor de los tifosi; pero me tuve que apartar de ellos dos veces, temía que me derribaran. Espero que mañana (hoy) en Brescia salga el sol».