Dabid LAZKANOITURBURU Periodista
Bienvenidos al «callejón global»
Dos británicos musulmanes de origen nigeriano atropellan con su coche a un soldado destinado en Afganistán en plena calle, lo matan a machetazos y reivindican su acción esperando a la Policía. No es Kabul, sino Londres.
Dos jóvenes chechenos ponen una bomba en una maratón provocando una carnicería. ¿Grozni? No, Boston.
Unos y otros, si creemos en este caso al FBI, quisieron vengar la muerte de musulmanes a manos de Occidente.
Dejando a un lado el debate sobre la contextualización -que no justificación- de este tipo de acciones y sobre la más o menos atinada descripción de sus autores como «lobos solitarios», todo apunta a que estamos ante la deriva, más o menos autónoma o espontánea, de un fenómeno que irrumpió y estremeció al mundo con los atentados del 11-S y que tuvo su colofón en el 11-M español y el 7-J británico.
Sabíamos desde entonces que no hay fronteras seguras. Pero ya no hace falta un comando (de pilotos, como en Washington), ni siquiera células durmientes, como en Madrid. Basta con la necesaria «fe» y con un machete o una olla exprés, que ahorran el adiestramiento en Pakistán (como el que aseguran recibieron los suicidas que atentaron contra el metro londinense).
Es suficiente con una dosis de ira -que puede ser justificada-, otra de malestar, de la que el mundo anda sobrado, y acaso una última de inadaptación (propia de personas que tuvieron que huir de su vieja patria o que no se terminan de encontrar, o no son bien recibidos, en la nueva) para que sucesos como los que hemos vivido conviertan una tranquila calle de Londres o Boston en un peligroso «callejón global».