Amparo LASHERAS Periodista
Libros que nunca se van
Un libro, una película o una música llena de recuerdos, los tres elementos necesarios para crear instantes privados y solitarios, en los cuales las historias que nos cuentan, solo trascienden a la memoria de los sentimientos y las sensaciones. Tocar el libro como una incógnita llena de palabras, repetir en voz baja los diálogos de esa película que nunca nos aburrirá y sentir otros días, escritos entre notas de guitarra y saxo, son emociones que no suelen tener precio y sí mucho valor. La lectura del libro de Kirmen Uribe, «Lo que mueve el mundo» (Mussche, publicada en euskara en 2012) ha hecho que me detenga en esa sensación y desee escribir sobre los libros que se quedan dentro de una y, sin alborotos, buscan un sitio donde residir. La historia de Kirmen es uno de ellos. Ocurre con algunas historias bien contadas; se leen sin esperar mucho a cambio y después no se olvidan. No te enredan en una trama copiosa de situaciones, tampoco fascinan o te intrigan, o alteran la imaginación. Sencillamente gustan, atraen hacia dentro y al cerrar el libro, en la última página, una se da cuenta de que los personajes y sus vivencias están ahí para siempre. Hace unos años leí «Salir a robar caballos», del noruego Per Petterson. Al terminar la lectura, igual que en la novela de Kirmen, sentí que me habían contado una historia de verdad, de seres humanos. Robert Mussche, en la obra de Kirmen y casi todos los personajes en aquel verano del 48, narrado por Petterson, tienen en común el anonimato, la fuerza y la ternura de los héroes. Héroes que en un tiempo difícil siempre fueron perdedores. No hay que buscar más porqués, son libros que, aunque amarilleen en las estanterías, nunca nos abandonan.