El modelo chileno ha sido utilizado por los detractores de los procesos emancipatorios que sacuden América Latina como ejemplo que confrontar con gobiernos como los de Venezuela, Ecuador o Bolivia. Sin embargo, en el país andino también se están desarrollando dinámicas populares que pretenden ubicarlo en la senda abierta durante la última década. Las luchas del pueblo mapuche o las movilizaciones de los estudiantes son el orígen de una nueva apuesta electoral: Igualdad. Por primera vez se presenta a las presidenciales, previstas para el 17 de noviembre.

Su formación apenas tiene un año de vida. ¿Qué es Igualdad?

Nacemos de la unidad de varios movimientos sociales. Junto a ellos, se sumaron colectivos estudiantiles o mapuches. Decidimos hacer pagar la ineficiencia del duopolio político. En ese caminar legalizamos una herramienta política que nos permitiera autonomía. Nada con la Concertación, nada con la derecha, solo con nuestra gente. Ahí empezamos a salir a la calle y a iniciar el proceso de legalización. Se vio lo importante que era articular una mayoría. Como organizaciones, en Chile cometimos el error de confiar en la Concertación. Le aguantamos muchos años, les permitimos, y lo que hicieron fue privatizar, vender y asesinar a hermanos mapuches. Con herramientas como esta queremos disputarles el espacio de poder.

¿Cuáles son sus perspectivas de cara a las elecciones?

Sabemos que este no va a ser nuestro período. Somos un partido en formación pero muy atrevido. Al poco tiempo de haber nacido ya estamos disputando los espacios de poder. El propósito es utilizar cada ventana mediática para presentar la alternativa. Buscamos cambiar la Constitución y elaborarla desde la base. Queremos poner en marcha una constituyente social que plantee qué queremos para la salud, para la vivienda, como sociedad. El nuevo gobierno de los pobres, de los indignados, es capaz también de conducir este proceso.

¿Qué relación mantienen con el Partido Comunista?

El PC es parte de la Concertación, del mismo grupo que está haciendo los negocios, privatizando y vendiendo. Buscan su interés particular. Se trata de colocar dos, tres parlamentarios, pero no están con los cambios radicales ni profundos, que son los que la población necesita.

Chile se ha mantenido al margen de los procesos que sacuden América Latina. ¿Por qué?

Ha sido el mejor alumno del capitalismo. Algo que se implementó con sangre, con temor, desarticulando las organizaciones más grandes. Eso permitió un pueblo despolitizado donde los pocos grupos con conciencia no teníamos fuerza para revertir el escenario. Somos como el hermano chico que está ahora mismo intentando crecer y acercarse al cambio que se está produciendo en América Latina. La Concertación no lo va a hacer. La derecha tampoco, son los golpistas. Siguen los asesinatos. También la privatización y el empobrecimiento, no solo en lo económico, sino también en el pensamiento. Por eso, nuestra forma de revolución es salir a la calle. Pelear derechos, cambiar el pensamiento de los chilenos. Hablar de una nueva sociedad es revolucionario.

El golpe de Estado contra Salvador Allende y la posterior dictadura de Augusto Pinochet aún marcan la evolución política del país.

El coste fue muy alto. Tuvimos muchos muertos y sufrimos mucha represión. Pero gran culpabilidad también la tuvieron los partidos que contuvieron la rabia de la gente. Lo siguen haciendo. Ahora estamos llamando a una convergencia de la izquierda real, una alternativa. Y el llamamiento que hacen estos partidos es el de votar por el mal menor. Y eso es algo que llevamos haciendo mucho tiempo: como ocurrió con Fernando Lago o Michelle Bachelet. Tampoco se puede obviar la criminalización.

¿Qué papel tienen las movilizaciones estudiantiles?

El atrevimiento que han tenido los estudiantes en la calle ha sido una inyección al resto de los chilenos. Sin embargo, los principales líderes hoy día son candidatos de la Concertación.