Occidente y las monarquías del Golfo apuestan por la «política de la última atrocidad» en Siria
Siria se desangra atrapada en una espiral de muerte de lo que en Belfast se denominó como la «política de la última atrocidad». A saber: cada acción enemiga exige castigo, lo que a su vez justifica una nueva matanza. Y ello a las puertas de una Conferencia de Paz en Ginebra anunciada hace un mes por los jefes de la diplomacia de Rusia y EEUU cuyas posibilidades de éxito se están evaporando por momentos. La oposición armada, siguiendo el dictado de sus mecenas del Golfo, Qatar y Arabia Saudí, se niega a participar hasta que no se asegure la caída de Al-Assad y clama por una intervención militar masiva a imagen y semejanza de la que derrocó a Gadafi en Libia. EEUU, Gran Bretaña y el Estado francés hablan de un «cambio de régimen» y arrojan más gasolina al fuego. Mientras, sobre el terreno, Al-Assad mantiene el pulso militar y sigue ganando posiciones.
A Occidente y las monarquías del Golfo no les disgusta perpetuar esa guerra civil. Así, dejan noqueada a Siria, mantienen ocupado a Irán, Hizbulah se preocupa más de Siria que de Israel y el sueño de un nuevo imperio otomano se lo lleva el viento. Aunque parezca cínico, no quieren que termine hasta que puedan cantar victoria.