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Raimundo Fitero

En la tele

 

Pensar que tenemos al lado a un posible asesino en serie, un depredador, un cazador de mujeres para asesinarlas, nos tiene un poco soliviantados, porque el personaje creado por Juan Carlos Aguilar ha tenido su recorrido anterior por nuestras televisiones, ya que se presentaba como el primer occidental que había logrado ser un soldado Shaolin, maestro de artes marciales con gimnasio propio, y por ello había logrado una aceptación, casi un lugar privilegiado por su capacidad de alcanzar esos supuestos logros físicos y mentales, con unos años de gloria mediática de primera categoría. Tenía, por decirlo de una manera simplona, el aval de haber salido en la tele.

Quizás se trate de un aval sin mucho recorrido en estos tiempos en los que lo difícil es no haber salido nunca en la tele, cosa que se me antoja imposible porque seguro que en una panorámica de tu pueblo, en un programa de fiestas, en una manifestación, una concentración deportiva o cualquier otra actividad normal, alguna cámara te ha retratado y se ha emitido, aunque sea de manera fortuita y apareces, allá, a lo lejos, pero puedes estar seguro que tu prima o tu vecino te ha reconocido. Y claro, si has ido de público alguna vez a cualquier programa o has bailado una vez una jota en una fiesta popular es casi imposible no tener unos antecedentes televisivos.

Pero en este caso había una aureola, un perfecto marketing, un discurso, una especie de venta de una ideología, de una filosofía, en donde se mezclaba la guerra y la paz, la violencia y el control de la misma. El supuesto asesino, era una máquina preparada para matar. Eso lo decía él, y se puede ver en los vídeos que han proliferado por las redes, y lo ha dicho en muchos platós y programas televisivos cuando era un invitado habitual que hacía exhibiciones de sus habilidades marciales. Era, por lo tanto, un personaje público, y socialmente reconocido. Pero al parecer escondía a un torturador, a un asesino misógino, un personaje de novela, un caso de serie televisiva, y hasta ahora todo lo que nos ha comunicado los responsables policiales parece un capítulo de CSI. En Bilbo, cerca de La Alhóndiga y del Guggenheim. Un reclamo más.