El Gobierno turco intenta aplacar las protestas con excusas por la represión
El Gobierno turco intentó calmar la situación en el país tras cinco días de protestas que han causado al menos tres muertos y cientos de heridos, pidiendo excusas por la represión policial, admitiendo además que las demandas iniciales de los manifestantes son «justas y legítimas». Pero al rechazo a la destrucción de un parque se ha añadido la denuncia de la «deriva autoritaria» del Gobierno y sus medidas «islamizadoras». Las protestas continúan.
GARA | ESTAMBUL
El viceprimer ministro turco, Bulent Arinç, anunció ayer una reunión con algunos de los organizadores de las primeras protestas en Estambul, que han derivado en una amplia movilización en todo el país, con el fin de «aclarar» la situación.
«Es necesario que nos comuniquemos claramente para acabar con la confusión de la gente», declaró. «En línea con esto, hoy me reuniré con las asociaciones y representantes que iniciaron las protestas para conocer sus puntos de vista», añadió.
Esta reunión se ha sumado a las excusas del Gobierno por la represión de las protestas para intentar «apagar el incendio».
Después de otra noche de movilizaciones marcada por la muerte de un segundo manifestante, el viceprimer ministro Bülent Arinç reconoció ayer las «justas y legítimas» reivindicaciones de los ecologistas que estaban en el origen de las movilizaciones pero invitó a los manifestantes a acabar con la protesta.
«Pido a todos los sindicatos, a los partidos políticos y a todos aquellos que aman y creen en Turquía que lo hagan hoy», dijo el portavoz del gobierno.
En ausencia del principal objetivo de las críticas de los manifestantes, el primer ministro, Recep Tayyip Erdogan, de gira por el Magreb hasta mañana, Arinç optó por un discurso conciliador, tras entrevistarse con el presidente turco, Abdullah Gül.
En primer lugar presentó sus excusas a los numerosos heridos civiles, con excepción de «aquellos que han causado daños en las calles y han intentado obstaculizar la libertad de las personas». Como ya hizo el sábado, el viceprimer ministro lamentó el uso abusivo de gas lacrimógeno por parte de la Policía contra «la gente que, inicialmente tenía exigencias legítimas», que ha sido lo «que ha hecho las cosas se descontrolen». Más de 2.000 personas resultaron heridas en los cinco días de enfrentamientos en Estambul y Ankara, según organizaciones de derechos humanos y fuentes médicas, mientras el Gobierno contabilizó más de 300 heridos.
Muerto a tiros
Además de los heridos, tras la muerte el domingo de un joven de 20 años atropellado por un taxi durante una manifestación en Estambul, un segundo manifestante de 22 años murió tiroteado en la noche del lunes en un mitin en en Antakya, capital de la provincia de Hatay.
Por otro lado, la prensa turca informó de que un miembro del gobernante Partido Justicia y Desarrollo (AKP) fue apuñalado en la noche del lunes por un grupo de manifestantes en Estambul, aunque las autoridades no lo confirmaron.
Pero el gesto del Gobierno no ha acabado de convencer a la amalgama de grupos que componen las protestas. «Esta excusa es para limitar los daños y porque están atrapados», afirmó el portavoz de la Confederación de Sindicatos del Sector Público (KESK) Baki Cinar, quien exigió el abandono del proyecto inmobiliario que desencadenó el movimiento y la dimisión de los responsables policiales.
En un nivel más político, Arinç también aseguró que su gobierno «respeta los diferentes estilos de vida» de los ciudadanos turcos y que «las diferencias constituyen la mayor riqueza de Turquía», respondiendo así a las denuncias sobre la islamización de la sociedad que se han añadido a las manifestaciones.
Desde el comienzo de la protesta el viernes -además de la oposición a la demolición del parque de Gezi, en Estambul, para levantar un centro comercial- los manifestantes acusan a Erdogan de una deriva autoritaria y de querer islamizar la laica Turquía.
«Nosotros no tenemos el derecho o el lujo de ignorar al pueblo, las democracias no pueden existir sin oposición», subrayó Arinç, prometiendo que su Gobierno había «aprendido la lección» de estos sucesos.
Su discurso contrasta con la intransigencia mostrada por el jefe de gobierno, que, seguro de su fuerza política, remitió a sus detractores a las elecciones locales de 2014. Erdogan incluso aseguró el lunes desde Rabat que la situación estaba volviendo a la calma. «A mi regreso de la visita (mañana), se resolverán los problemas», señaló. Erdogan llegó a calificar a los manifestantes como «un puñado de vándalos».
Su seguridad procede de sus éxitos electorales, mayores en cada votación. Ha pasado de un 34 % de los votos en 2002 a un 47 % en 2007 y hasta un 50 % en 2011. A ello añade el crecimiento económico que ha impulsado el consumo de la población.
Pero la oposición laica, desde los kemalistas a la izquierda, rechazan las medidas -pequeñas pero constantes- que consideran una «deriva autoritaria» y una islamización de Turquía, como la que hace doce días presentó para restringir el consumo y la venta de alcohol.
Convocatoria de huelga
Con las excusas, el Gobierno turco extiende la mano cuando al enfrentamiento se añadió ayer la huelga convocada por el sindicato KESK, que ayer se inició un moderado seguimiento.
A ella se sumarán hoy la Confederación de los Sindicatos Revolucionarios de Trabajadores (DISK), el Colegio Oficial de Médicos de Turquía (TTB) y la Unión de Colegios Oficiales de Ingenieros y Arquitectos (TMMOB), que en una declaración conjunta instan al paro con cuatro reivindicaciones: que el Gobierno emita una declaración oficial para garantizar que el parque Gezi se respetará como espacio verde; que se investiguen los casos de violencia contra los manifestantes, que sus responsables dimitan de sus cargos y que se prohíba el uso de gas pimienta; la libertad incondicional y sin cargos de los miles de detenidos y finalmente que se ponga fin a la prohibición de reuniones pacíficas en las plazas más emblemáticas.
Aunque la situación estaba en calma ayer a mediodía, en el corazón de la protesta, el discurso de Arinç no convenció a los manifestantes y la emblemática Plaza Taksim en el centro de Estambul, volvió a ser ocupada por la noche por miles de manifestantes, que ondearon banderas rojas y reclamaron la renuncia del jefe de gobierno, al grito de «Tayyip, dimisión». También varios miles de personas comenzaban al anochecer nuevas protestas en Ankara.
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Las protestas han comenzado a afectar al sector turístico, y varios países alertan ya a sus ciudadanos del peligro de viajar a Turquía. El Ministerio de Exteriores de Gran Bretaña advirtió de la peligrosidad de algunas zonas de Estambul y ha pedido a sus ciudadanos que eviten las manifestaciones, consejo que también ha realizado el Departamento de Estado de EEUU.