Deustuko Baratza, un corazón verde que linda con la jungla de asfalto
Hace cinco años, una carambola del destino ofrecía a la Gazte Asanblada de Deustua un pequeño espacio de cultivo en la zona de Aranbeiti. La estampa en aquel momento no podía ser menos halagüeña: plantas invasoras rodeando el huerto, kilos de basura desperdigados por el terreno y una tierra en mal estado. Hoy sin embargo, esta huerta cooperativa y autogestionada- «abierta a todo el que quiera participar»- presenta una salud formidable, que pone los cimientos para que este proyecto popular se consolide definitivamente.
Mikel PASTOR
En un primer vistazo, lo más sorprendente del proyecto puesto en marcha hace cinco años por un grupo de valientes voluntarios de Deustua es su localización. Situada a menos de cincuenta metros del núcleo urbano, cualquier referencia al cemento se desvanece inmediatamente al ascender por las viejas baldosas colocadas sobre el barro a tal efecto, hasta un huerto espléndidamente trabajado, limpio y cuidado, que evoca aquellos vergeles que proliferaron en las décadas de los 70 y 80 en los montes que rodean al Botxo bajo el experto cuidado de algunas manos hoy desaparecidas.
Junto a las bancadas recién reforzadas con algunos trozos de madera, que evita posible corrimientos de tierra, uno de los miembros de Baratza Taldea nos explica el origen de un proyecto humilde, que merced al trabajo duro ha conseguido granjearse la simpatía de muchos vecinos. Los terrenos pertenecían a un hortelano de aquí, que en su momento tenía un pequeño huerto, aunque en sus últimos años estaba casi abandonado. Al fallecer, su hija, que recibió estas tierras en herencia, planteó a la Gazte Asanblada la posibilidad de cederles estos terrenos para que los pudieran trabajar. Inmediatamente, un pequeño grupo de voluntarios puso manos a la obra para reemprender el cultivo y mantenimiento de la zona de Aranbeiti.
La ilusionante iniciativa tropezó con un muro de realidad al visitar la huerta. Las zarzas ocupaban gran parte del entorno, haciéndolo prácticamente inaccesible en algunas zonas, la presencia de plantas invasoras como la acacia, la gudleya o el aligustre del Japón era un obstáculo para un posible huerto, el terreno estaba bastante degradado y la basura reinaba por doquier.
Ninguna de estas trabas achicó al grupo. Con herramientas en ocasiones pagadas de su propio bolsillo, o recicladas de otros proyectos, emprendieron la estajanovista tarea de convertir un infierno semiselvático en un terreno propio para los cultivos. Y a buena fe que lo consiguieron. Tras meses de trabajo incansable, consiguieron recuperar el entorno anterior, al que añadieron varias nuevas bancadas laterales para seguir cultivando. La metamorfosis estaba completa.
Pedagogía y escapatoria vital
Según explican algunos de los miembros más activos de Baratza Taldea, la huerta es un proyecto «absolutamente abierto» a cualquier persona, de cualquier edad y condición social, que quiera venir a aprender, a ayudar o a aportar sus conocimientos a esta causa. Según explican, el grupo actual es absolutamente heterogéneo: «Tenemos de todo. Hay estudiantes que aprovechan el tiempo que tienen libre para venir y ayudar en lo que puedan. Hay gente que siempre ha estado implicada en movimientos de autogestión o cooperativos, hay parados que se han sumado a esta iniciativa para buscar, digamos, una especie de válvula de escape a la agonía de no encontrar trabajo. Incluso tenemos gente de Madrid, de Barcelona, de otros lugares, que cuando han estado aquí, han aportado lo que han podido y después se han marchado. Nadie está obligado. Cada uno aporta lo que quiere y en el momento que quiere».
Este huerto cooperativo tiene como premisa principal el aprendizaje, la labor pedagógica. «Buscamos que este proyecto, que esta labor conjunta sea una especie de iniciación, de rampa de lanzamiento para otros proyectos más amplios, con más recorrido». Con ese fin, no solo se intercambian técnicas de plantado o de cuidado, sino que se pone en común conocimientos sobre las bondades y riesgos de las múltiples plantas que rodean el cultivo. «Es increíble el desconocimiento que existe sobre ese tema -explican algunos miembros, mientras nos guían por un caminito cercano enseñándonos diferentes plantas- aquí mismo, en un metro cuadrado, tenemos multitud de especies de plantas que tienen muchísimos usos. Uno de los ejemplos más claros es la ortiga, una planta muchas veces denostada por los famosos picores, pero cuyas hojas, tomadas como infusión, tienen un potente efecto diurético, limpiador».
Otra de las características de este proyecto es que los puerros, tomates, pimientos, lechugas, cebollas o vainas plantadas son de variedad autóctona, por lo que se trabaja con productos del país. «Sí, desde un principio teníamos claro que todo lo que plantáramos, o al menos sí la gran mayoría, debían de ser productos autóctonos, nuestros, de aquí. Partimos de la premisa de que hay que fortalecer lo local, lo que siempre ha sido nuestro, y que queremos que siga». Además, los responsables de esta huerta recogen las semillas de los mejores ejemplares para poder seguir plantando, y de esta manera, fortalecer y hacer más resistentes las hortalizas y verduras de la siguiente generación.
Una de las principales virtudes del proyecto radica en el respeto al entorno, tanto al natural como al urbano.Cualquier tipo de pesticida o similares está prohibido. «Evidentemente, el grupo no aceptaría a ningún miembro que apostara por ese tipo de producción, pero tampoco a nadie que buscara lucrarse vendiendo estos productos ni que quisiera forzar a la naturaleza. Partimos de la base de que la naturaleza, con todos sus variables, es la que va marcando el ritmo de crecimiento de los productos. Intentamos tener la mayor cantidad y calidad posible en lo plantado, pero nunca a costa de retorcer la tierra», explican.
En cuanto al entorno urbano, en el inicio de este texto recordábamos que la huerta se encuentra relativamente cerca de varios edificios. La relación de respeto para con ellos es una máxima que todos los que quieren formar parte de este proyecto tienen que asumir. Nada de desbrozadoras a horas intempestivas o martillazos mientras los vecinos intentan conciliar el sueño. «Desde el principio teníamos claro que no estamos solos, que estamos dentro de un entorno, con unos vecinos, que también tienen necesidad de descansar. Es por eso que no trabajamos de noche. Solemos aprovechar las horas de mayor tránsito en la calle, cuando muchos vecinos salen a hacer las compras, para realizar labores de mantenimiento o limpieza» explican los responsables. Esta actitud ha dado sus frutos desde el principio. «Los vecinos son conscientes de éstas cosas. Te agradecen que no metas ruido, que tengas la zona limpia, cuidada. la propia estética de la huerta, es algo que valoran muchísimo, y que te hace encajar con naturalidad», apuntan.
Los responsables de este ilusionante proyecto coinciden en señalar que en Deusto se cultivan algo más que buenas hortalizas o verduras. «Pasar muchas horas de trabajo juntos, pelear por un objetivo común, aportar cada uno su granito de arena... Esas cosas unen, crean vínculos y amistades que se mantienen en el tiempo. Además, en este mundo acelerado y digitalizado, puede servir como alternativa de ocio, no fomenta el consumismo y sí otros valores como el esfuerzo, la solidaridad, el sentimiento colectivo, la autogestión. Aporta muchísimas cosas a nivel personal, y esa es otra de las grandes claves del éxito de este proyecto», indican.
Baratzeen munduarekin lotuta, baina oraingoan maila instituzionalagoan, Gipuzkoako zenbait udalerrik baratze parke publikoak jarri dituzte martxan Udalaren lurretan, Kutxaren Ekogunea proiektuaren laguntzaz.
Era honetan, erabilerarik ez zuten zenbait lur landaketarako egokitu dituzte, herrian erroldatuta izanik baldintzak betetzen dituen edonork landatu ditzan. Horretarako, udalek askak, aldagelak eta tresneria uzteko gelak eraiki dituzte.
Proiektu gehienak duela 2-3 urte abiatu ziren hainbat udalerritan, zenbait auzokideren eskaerari erantzunez. Ideia horren harira, inguruko herrietan ere antzeko ekimenak abiatu ziren, gehienak Ekogunea proiektuaren baitan. Proiektuaren sustatzaileek azaldu zutenez, parke horien arteko erlazioa sortzea da asmoa, diren aukerak edo onurak partekatzeko, eta sor daitezkeen arazoak denon artean konpontzeko.
Begirada herri eta hiri zehatzetan jarrita, zenbaitetan proiektua martxan dagoela ikus dezakegu. Lezon, esaterako, otsailaren amaiera aldean abiatu zen auzokideentzat 64 lursail izango dituen parke publikoa. Udaleko ordezkariek azaldu dutenez, erabiltzaileak elkartea antolatzen ari dira, baratzeen gestioaz arduratzeko.
Usurbilen, maiatzaren lehenbiziko egunetan ireki zituen ateak parkeak. Hala, 53 baratze esleitu dira, izena emandako familia guztien eskakizuna betez. Bi tamainatako baratzeak izan dira aukeran, 30 eta 60 metro karratukoak. Era berean, auzokonposta egiteko gunea ere prestatu da.
Inguruko zenbait tokitan, Donostian kasu, auzokideek zertxobait itxaron beharko dute, proiektuari azken zertzeladak eman arte.
Deustuko Baratza parte de la premisa del respeto al entorno natural -por lo que no fuerza la tierra ni usa pesticidas- y al urbano -respetando los horarios de descanso de los vecinos- granjeándose la simpatía general de Deustua
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es el tamaño medio de los tres huertos, distribuidos en varias bancadas que han sido reforzadas con algunos trozos de madera por miembros del grupo.