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CRíTICA: «Clara no es nombre de mujer»

Todavía no existe un tratamiento definitivo para la caspa

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Mikel INSAUSTI

La caspa es un problema capilar de difícil solución, pero también uno de los males fundamentales del cine español desde tiempos impertérritos. «Clara no es nombre de mujer» es una comedia casposa, con un humor cavernícola y trasnochado, que conjuga las reliquias del landismo con el pijismo adolescente de la comedia madrileña de los 80. Jorge Sanz tira más hacia lo primero, en la versión cañí del viejo motero interpretado por el John Travolta de «Cerdos salvajes». El pipiolo Juan Dorá, por su parte, desempeña un papel de sobrino que podría estar sacado de la movida, o de la removida, a no ser por que se descuelga con unas canciones que dan grima, en las que el play-back o falso directo con guitarras aéreas recuerda a las películas del Dúo Dinámico, y no a Las Nancys Rubias.

No sé si siguen existiendo los premios Godoy, que eran los anti-Goya, pero «Clara no es nombre de mujer» se los llevaría todos de calle. El guión es una completa tomadura de pelo, perjudicado en la realización por las limitaciones de una producción que acusa la corta duración del rodaje en tierras cubanas. Hasta bien avanzada la mitad del metraje todos los personajes se la pasan hablando de un viaje a La Habana que promete ser el no va más, pero cuando llega ya es tarde, tratándose simplemente de un paseo por la isla en moto a velocidad de burra.

Los harlistas cubanos, que aquí aparecen comandados por Jorge Perugorría, resultan ser unos simples organizadores de una ruta turística con las viejas Harley Davidson prerrevolucionarias. La imagen que se da de los harlistas y moteros en general es nefasta, al aparecer como la especie más machista que queda sobre la superficie del planeta. En consecuencia, la presencia de estos ruteros que lucen en sus chalecos de cuero negro las respectivas bandera cubana y española, no es más que un burdo pretexto para lanzar un sinfín de chistes sexistas que denigran a la mujer, o niegan su condición, tal como ya avanza el propio título de la película referido al nombre de la moto del protagonista, a la que quiere más que a su odiosa esposa. Por si fuera poco, un no menos repelente chico gay es el objeto de todas las bromas pesadas.

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