Aitor Suárez eta Gontzal martinez de la hidalga | komite internazionalistak
Venezuela, cambio de ciclo dos meses después
Cuando se cumplen dos meses desde las elecciones celebradas en Venezuela, en las que Nicolás Maduro resultó elegido, los autores de este artículo analizan la complicada situación del país y los retos a abordar en el futuro. Entre las tareas que a su juicio son prioritarias en este complicado escenario entre las elecciones del 14 de abril y las del próximo mes de diciembre, que califican de claves, subrayan la de la seguridad. En este ámbito se enmarca la recientemente aprobada Ley de Desarme. Junto a ella subrayan el importante objetivo de hacer irreversibles los avances conseguidos en el camino hacia la consecución de «más socialismo y más democracia participativa».
Nadie o pocos supieron visualizar el escenario dibujado en Venezuela tras las elecciones del 14 de abril. La sombra de la desestabilización por parte de una oposición, que una y otra vez ha intentado dar un golpe al tablero de juego, se manifestó esta vez de una manera particularmente brutal ante el ajustado pero legítimo resultado de las urnas: más de una decena de militantes y simpatizantes bolivarianos asesinados, no reconocimiento de los resultados, ataques a centros de salud en los barrios, quemas de sedes del Partido Socialista Unificado de Venezuela...
La tormenta continúa aún estos días con nuevas maniobras pregolpistas: una permanente campaña de deslegitimación del Consejo Nacional Electoral, organismo autónomo que regula las elecciones en Venezuela, para desgastar su prestigio contrastado, o el acaparamiento patronal de alimentos y productos básicos para generar desabastecimiento. En el horizonte ya se atisba un nuevo intento por parte de la oposición de convocar un referéndum revocatorio contra Nicolás Maduro a mitad de mandato, igual que el que se llevo a cabo en el 2004 y que Hugo Chávez pasó con nota. Y aún están pendientes en diciembre unas elecciones municipales claves.
Dos meses después de las elecciones, el escenario es realmente muy complejo. Por un lado, se analiza con detenimiento el desgaste del proceso y lo ocurrido en esta convocatoria electoral, y se comienzan a sacar conclusiones oportunas; por otro lado, parece la hora de echarse al hombro una buena ristra de obstáculos y contradicciones y de ponerse manos a la obra. Así, esbozando un DAFO básico con las Debilidades, Amenazas, Fortalezas y Oportunidades internas del proceso, nos permitimos dibujar en la pizarra algunos nudos gordianos. Uno de ellos estuvo muy presente en campaña: el de la inseguridad. Ciertamente se trata de un tema grave, con muchas aristas y que exige tempranos resultados positivos. A su favor hay que aplaudir la actitud del proceso bolivariano que ha invertido mucho en dar con soluciones consensuadas, políticas preventivas y abordar este tema de forma valiente lejos de las soluciones exclusivamente represivas. En estos días se han dando nuevos pasos con la aprobación de la Ley del Desarme.
Otra de las tareas, tal y como reivindican los movimientos populares, es intentar hacer irreversibles todos los avances, que en apenas unos años han cambiado por completo a Venezuela y su papel en el mundo. Y eso requiere sin duda profundizar en esa senda con más socialismo y más democracia participativa. Venezuela aún carga a sus espaldas con unos aparatos del Estado donde la burocracia y la corrupción se mantienen en niveles muy altos. Bajo su cobijo y su control se ha atrincherado la llamada «boliburguesía» o derecha endógena. Estas instituciones han sido puenteadas en algunos casos con las Misiones Sociales y algunas requieren de reformas más que sustanciales. Su ineficacia es un asunto del que Chávez ya alertó como un problema urgente en el último Consejo de ministros que presidió en vida, cuya acta es un verdadero testamento político. La construcción de un tejido industrial fuerte (alternativo y posible) y acometer otra «revolución» pendiente en el campo son otras labores imprescindibles del proceso. Esa tarea titánica de construir pasito a pasito nuevos modelos, imaginarios y prácticas que puedan romper con las lógicas continuistas/capitalistas aún presentes, tanto en lo social como en lo económico, nos devuelve a dicho Consejo de ministros, donde Chávez ya advirtió de la desconexión de parte de lo construido con los Consejos Comunales y por ende con el poder popular.
La amenaza es la de una oposición envalentonada capaz de hacer casi cualquier cosa por volver al poder y que se encontró en su desvarío de abril con la fuerzas populares en la calle, poniendo freno a su embestida y con un escaso apoyo internacional. Pero no desiste de intentar destruir como sea el proceso de transformaciones emprendido en 1998. También intentando desunir al bloque del «chavismo», como hemos visto en las últimas semanas.
Todo esto nos conduce a una de las verdaderas fortalezas y garantes de este proceso: la calle, el Poder Popular. Los millones de mujeres y hombres que bajo el lema «inventamos o erramos» están construyendo con la señal de «Permanente construcción y discusión» una nueva sociedad, una obra de emancipación de un tamaño y cualidad importantísima. Están haciendo comunidad en los barrios, luchando contra el latifundio, sembrando feminismo, creando alternativas, articulando control obrero en las fábricas, comunicando, defendiendo sus derechos y sus deberes, reivindicando una revolución dentro de la Revolución, configurando hegemonía que enfrente la lucha de clases... Es ahí donde debería tener la mirada fija Maduro: a su izquierda. Estrechar de nuevo su relación con los movimientos sociales, con lealtad y comunicación, para que el Gran Polo Patriótico que debe (re)surgir pase a ser algo más que una simple maquinaria que se active en coyunturas electorales. El propio PSUV también debería prestar más atención a otras fuerzas de izquierda antes de perder la perspectiva y el pie en la calle y acabar convirtiéndose en un partido político convencional.
En lo sembrado está la oportunidad. La efervescencia sociopolítica que ha generado esta Revolución, que debe seguir fortaleciéndose y blindándose, es la dinamo de este proceso y debe ser, a un ritmo adecuado pero continuado, imparable.
Venezuela no puede avanzar sola. Todas y todos debemos empujar y acompañarla para que se creen, se enriquezcan y prosperen nuevos procesos; cada cual con su receta en lo global y en lo local, que incidan y caminen firmes hacia un horizonte justo de mujeres y hombres libres. En esa tarea, desde el movimiento internacionalista seguiremos fortaleciendo el contrabando de experiencias, llevando y trayendo las mochilas llenas de ternura entre los pueblos, nuevas enseñanzas y fuerzas renovadas. Aprendiendo y compartiendo seguiremos apostando con más solidaridad por esta Venezuela que camina pasito a pasito pero segura y desde abajo por la senda de la dignidad. ¡Acompañémosles!