Las calles de Bilbo reflejaban el pasado sábado, el lento pero imparable emerger de la memoria. La que los golpistas del 36 que sumergieron en las aguas sucias, oscuras y silentes de la represión primero, y en las profundas y heladas del olvido, después. Y sin embargo, se mueve. La memoria se mueve, emerge, y desde simas y cunetas, cada hueso que sale a la luz grita el abandono de la justicia y la verdad. Porque quienes con tanto acierto y voluntad gestionaron la brutal represión franquista, se hicieron cargo un buen día de gestionar la democracia española. Y lo han hecho arropando a los suyos, prodigando impunidad a los victimarios de entonces, y a los que les sucedieron después.

Y son ellos los que llaman impunidad a la comparecencia, también el sábado, de un grupo de hombres y mujeres dispuestos a hacer avanzar, pese a trabas y dificultades, el proceso de paz. Ellos, los que exigen a Paris detenciones entre los exiliados y exiliadas que el sábado mostraron la hoja de ruta de un Colectivo que entiende que la resolución del conflicto requiere compromiso, y el compromiso, valentía. Y ellos también, quienes al exigir un precio, una cuota de castigo a la medida de su espíritu, viejo y represivo, han confirmado la valentía de esa comparecencia, el coraje de la decisión de las exiliadas y exiliados vascos.

Y ellos quienes, al fin, evidencian que el Estado español mantiene el latido oscuro de décadas y a la búsqueda de un nuevo «cautivo y desarmado», desprecia un proceso que por ser de resolución, intenta abortar a cualquier precio; por ser de paz, abocar al fracaso. Y que sin embargo... gracias a todos aquellos y aquellas que aceptan las apuestas más altas, sin embargo, se mueve.