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Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista y politólogo

Los ayatollahs y la alternancia democrática

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Los resultados electorales en Irán han evidenciado la falta de solidez de muchos de los análisis que se prodigan en Occidente sobre la compleja realidad de Irán. Los mismos que en 2009 denunciaron a voz en grito el tongo electoral que revalidó en el cargo a Mahmud Ahmedinejad, reconocen ahora, tras la victoria sin paliativos del pragmático Hassan Rohani, que el sistema electoral iraní, siempre después del filtrado de candidatos por parte del sistema, responde a estándares democráticos formales.

Y en un intento de entender cómo es posible que las elecciones no hayan sido ganadas por los candidatos principalistas situados tras el guía supremo, Ali Jamenei, han decidido despojar a Rohani de la insignia reformista con la que le condecoraron durante la campaña electoral. Lo contraponen incluso a los expresidentes Mohamed Jatami y Alkbar Hachemi Rafsandjani. Como si estos, sobre todo Rafsandjani, fueran unos reformistas convencidos con turbante cuando no son sino clérigos que no ponen en tela de juicio el entramado teológico-político del sistema y apuestan, a lo más, por cambios cosméticos para hacer más amable la imagen de la República Islámica en Occidente.

Y ahí se sitúa precisamente una de las claves principales para explicar la victoria de Rohani. Enfrascado en una pugna con el Gobierno díscolo de Mahmud Ahmedinejad -díscolo porque quiso poner en tela de juicio el poder de los religiosos, que no el de la religión-, el guía supremo y su entorno clerical habrían decidido que era la hora de la alternancia y permitieron la candidatura con opciones de Rohani, que ha atraído el voto de los reformistas y de los descontentos en una situación económica poco menos que explosiva por efecto de las sanciones internacionales.

Rohani les ha servido para reintegrar al sistema a millones de potenciales abstencionistas, para neutralizar otros posibles focos de malestar y les puede servir como dique para impedir que las posiciones más intransigentes o belicosas en el ámbito internacional (Israel y la oposición republicana en EEUU) impongan sus tesis, que van desde nuevas y más draconianas sanciones a un ataque militar a Irán.

Y todo ello para que nadie ponga en cuestión su supremacía en el poder. Serán iraníes y clérigos pero no son tontos. Hasta saben de democracia. Formal, pero democracia, Alternancia a la iraní.

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