Disfrutar de lo que se conoce como Confort climático requiere (dejando a un lado la actividad física que estemos realizando y la ropa que vistamos) que nuestro organismo tenga una sensación neutra con respecto al ambiente atmosférico. Y esa sensación neutra se consigue cuando el aire se encuentra a una temperatura entre 20 y 25º C, cuando su humedad está entre un 40 y un 70%, cuando su pr esión es de 1.013 mb, cuando está exento de contaminación, cuando contiene un mayor porcentaje de iones negativos.

Claro que la atmósfera que envuelve nuestro cuerpo no siempre presenta esos parámetros. Y cuando las situaciones meteorológicas cambian nos ocasionan toda una serie de reacciones que, en ocasiones, pueden ser síntomas, síndromes o enfermedades varias. Cuando esto ocurre, estamos ante lo que se conoce como Meteorotropismo. Según el diccionario, se trata de una «reacción específica de un organismo a ciertas condiciones meteorológicas o el padecimiento de una enfermedad meteorotrópica (ligada a fenómenos meteorológicos)».

Sin llegar a convertirse en enfermedad, el alejamiento de los parámetros de confort nos puede ocasionar lo que se conoce como estrés meteorológico y/o climático. Algo que Tromp, S. W. (1963) definió como «el exceso de tensión impuesta sobre diferentes sistemas neuroendocrinos, nerviosos o psicológicos por estímulos intensos o prolongados debidos a la exagerada demanda, alteración o agresividad del medio externo aéreo y que es capaz de poner a prueba los mecanismos de adaptación homeostáticos» (equilibrio interno).

Estresados como estamos por las repetitivas condiciones meteorológicas de estos últimos meses -mucha lluvia y poca luz- recibimos hoy (07:04, hora peninsular) al verano, con el día más largo y con la esperanza de que traiga calor y un poco de sequedad bajo el brazo. Unas condiciones para las que no estamos «aclimatados» que van a requerir que tengamos especial cuidado con la radiación solar (piel y ojos), con la hidratación en caso de calor..., y con el estado del terreno que está sufriendo las consecuencias de un deshielo tardío y acelerado.

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