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Maite SOROA

Sinfonías... y abucheo

El último capítulo de l creciente rechazo que provoca la monarquía española tuvo lugar el pasado sábado no en Euskal Herria o Catalunya, ni en un partido futbolístico entre equipos de esos dos países, sino en Madrid y en el marco de un concierto en el que se interpretaron las nueve sinfonías de Ludwig van Beethoven. El domingo, «La Razón» ofrecía la crónica del concierto en sus páginas culturales, pero obviaba algo a lo que Álvaro Martínez se refería en «Abc»: «Aplausos y silbidos a la Reina». Comenzaba su pieza afirmando que un pueblo «que no respeta a sus instituciones no se respeta a sí mismo», y decía que los aplausos fueron muchos más, «naturalmente», y concluía que el «grupillo de reventadores» en realidad no silbaba a la reina, sino que «se silbaron a ellos mismos». Ya, y eso es lo que le preocupa, que se silben a sí mismos y a sí mismas.

Pues sería un «grupillo de reventadores», pero «El Mundo» ayer echaba el resto y hablaba de «Sorpresa por la pitada a la Reina» y titulaba en primera «Zarzuela culpa a la crisis de los abucheos a la Familia Real». Decía que, según un portavoz de esa casa, se trata de «la reacción de la calle contra el poder, no contra la monarquía». Su editorial era una encendida defensa de la reina española, y dejaba claro en primer lugar que el abucheo a esa señora «fue ante todo una muestra de mala educación», porque no le parece el lugar adecuado para llevarlo a cabo. Y no solo el lugar, pues «la persona elegida también era la equivocada», ya que «Pocas personas se han significado tanto en España por el apoyo a la música y a la cultura como Doña Sofía». Ya será menos; en cualquier caso, seguro que no le pitaron por ese apoyo a la cultura. Después enumeraba los abucheos que esa familia real ha recibido en las últimas semanas y decía que la actitud de quienes así se manifiestan, que «no representan a la mayoría», puede crear «la falsa sensación de que existe un estado de opinión general en contra de la institución monárquica». ¿Falsa sensación?

Y a continuación Pedro J. mostraba la esquizofrenia que lo habita, pues advertía de que «se engañaría la Casa Real si no quisiera ver que hay ingredientes de ese descontento que tienen que ver específicamente con la propia institución y que no se han gestionado de forma correcta». Y se refería, primero, al yerno de la abucheada y, después, a la hija: «La calle no entiende cómo la Infanta Cristina no ha sido encausada». Cierto, pero tampoco por qué es «necesaria» la monarquía.

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