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25.000 asistentes arropan un Azkena Rock impredecible

No, nos referimos al tiempo meteorológico con lo de impredecible, sino al hecho de prever la asistencia ante un sábado que para la mayoría carecía de un cabeza de cartel. Finalmente, los 11.700 asistentes de la segunda jornada evitaron el «era previsible» y la convirtieron en una noche de relativo éxito si se tienen encuenta las circunstancias de este año.

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Pablo CABEZA | BILBO

La comprometida realidad económica obligó a que la decimosegunda edición de Azkena Rock Festival pasara de tres a dos días y que de las dos jornadas la del sábado se perfilara con muchas incógnitas al no contar con un cabeza de cartel como la sesión del viernes, por la que, incluso, peleaban dos nombres: The Black Crowes (los ganadores) y The Smashing Pumpkins.

En resultados artísticos el viernes fue claramente superior al sábado, día que contó con una programación de tarde, tal y como ya describíamos ayer en una crónica sin firma por error, de ajustado nivel de calidad, sin que la apreciación conlleve desprecio hacia las propuestas, ya que lo que suena en Azkena siempre cuenta con unos mínimos de calidad. La cuestión es que, en ocasiones, lo correcto no es suficiente para agitar la adrenalina, la serotonina y demás química, que es lo que ocurrió con Heaven's Basement, Troubled Horse, Los Zigarros, JJ Gray & Mofro y Uncle Acid & the Deadbeats, muy lejos de los resultados de los artistas del viernes en el mismo horario.

Bajo estas circunstancias, y salvando el hecho de que a Los Enemigos no pudimos verlos por cuestiones de logística de trabajo, el nivel alcanzó lo esperable en Azkena a las 22.25 horas, momento de salida a escena de Gov't Mule, formación estadounidense liderada por Warren Haynes, una de las guitarras de la Allman Brothers Band. Su propuesta de rock-blues de ritmos medios emocionales, de punteos intensos y delicados, convirtieron su hora y media de escena en un tiempo que la memoria recordará. Haynes es un maestro recorriendo el mástil, pero lo verdaderamente importante es saber matizar, hallar el porqué de esos solos, Con Haynes todo queda justificado y el alma suena en cada pulsación, al tiempo que el oyente lo percibe como un regalo espiritual, la Biblia al margen. Su ingenio se muestra especialmente en negrillas cuando aborda una composición como «Time to confess» y mezcla el reggae con el blues-rock. La mixtura es tan sutil, tan refinada, que solo un músico especial puede lograr fusiones tan afortunadas.

Su magia sureña llegó en pócimas como «Captures», «Lola leave your light on» o «Thorazine shuffle». Sin obviar el momento tan sigular al incrustra en un largo desarrollo notas del «Love me do» de los Beatles. Haynes es corpulento, como su propuesta, como su guitarra.

Con la ropa de invierno bien apretada y ceñida, las campas húmedas de Mendizabala, y el relente cayendo sobre la noche limpia de nubes, con numerosa gente buscando una silla o quejándose del mal estado de su cuerpo, con alguno que otro dormido sin saberlo, salieron a escena The Gaslight Anthem, de Nueva Jersey. No les vimos en ningún momento como cabeza de cartel de un Azkena y tras su actuación, seguimos con el mismo pensamiento. Es una buen banda, de escasa voz y potencial limitado.

Si los 25.000 asistentes sirven para cuadrar los numeros, nos alegramos. A priori parecía una cifra dificil de conseguir, pero está claro que los festivales con nombre, con personalidad, cuentan con una amplia base de incondicionales que por un simple nombre apuestan por la fiesta global.

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