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Garikoitz Atxa, protagonista involuntario en su primer día en el Tour con el autobús del Orica

Garikoitz Atxa fue el protagonista involuntario ayer en la salida de la segunda etapa del Tour. El de Almandoz no pudo tener un peor debut en el Tour al mando del autobús del Orica y tuvo que pedir perdón y responder a más preguntas que en sus ocho años como aficionado con el Lizarte.

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Joseba ITURRIA

Garikoitz Atxa recordó ayer en la salida de Bastia que asumió el sábado la tarea de conducir el autobús del Orica GreenEdge por vez primera en el Tour para cubrir la baja del habitual en esa tarea, el ex profesional Luis Mari Díaz de Otazu, que se incorporará mañana a la caravana en Niza.

Atxa se había sacado todos los carnets -el de autobús, el de trailer y el de camión- mientras corría como aficionado en el Lizarte de Manolo Azkona. Estuvo en esa categoría y en ese equipo desde 2002 hasta 2009, cuando lo dejó con 26 años tras completar su mejor temporada. Quiso colgar la bicicleta en lo más alto sin pasar a profesionales a cualquier precio o sin estirar su carrera como aficionado. Siguió ligado al ciclismo en 2011 como director y mecánico del Lizarte y el año pasado se le presentó la posibilidad de entrar en la estructura del Orica.

En su primera temporada no tuvo la oportunidad de ir al Tour y cuando se le planteó la opción de conocer la prueba en la que soñaba correr cuando era aficionado no se podía imaginar la pesadilla que iba a vivir.

Atxa admitía ayer ante los periodistas que llegó a la llegada de Bastia justo de tiempo, pero junto a los demás colegas y rechazaba los argumentos dados por la organización para justificar el incidente provocado cuando el autobús que conducía se quedó bloqueado en la estructura de la línea de meta. Dijeron que debía haberse parado antes de la llegada para levantar la estructura, pero el de Almandoz, que acaba de cumplir 30 años, señalaba ayer que «cuando llegué a la meta vi que era un poco baja, pero los de la organización me dijeron que siguiera adelante. Como había visto que los demás autobuses habían pasado antes, seguí, pero tuve la mala suerte de que el autobús no pasó del arco y quedó parado. Pero seguí todas las indicaciones que me dieron, como todos mis colegas de otros equipos. No hice nada especial y seguí el reglamento de la organización».

A pesar de ello el equipo Orica, propietario del autobús, fue multado con 2.000 francos suizos, unos 1.600 euros, por llegar después del tiempo permitido a la línea de meta. Atxa señalaba que ya conocía el reglamento y que lo cumplió y recordaba que ya había estado en la Dauphiné con la misma organización y el año pasado en el Giro.

Un día para olvidar

Pero no es el dinero ni la responsabilidad que le atribuyó la organización del incidente que condicionó la primera etapa al llevar a cambiar por dos veces la meta lo que más le afectó. Lo peor fue cuando se vio bloqueado y desesperado en la estructura de la meta sin poder avanzar ni ir hacia atrás cuando quedaban pocos minutos para la llegada. Las imágenes en las que se lleva las manos a la cabeza ante la situación que vivía han dado la vuelta al mundo y ayer reconocía que le había costado dormir. «Traté de hacerlo, pero se me pasaban muchas cosas por mi cabeza. Espero que hoy todo vaya bien».

Sin embargo, Garikoitz Atxa recordaba una y otra vez que él se había limitado a seguir las órdenes de la organización, algo que el director del equipo australiano en el Tour, Mat White, también quiso subrayar al tiempo que descargaba de cualquier responsabilidad al auxiliar de Almandoz. White también recordó que el autobús del Orica es el mismo que trajo el equipo el año anterior y que había pasado habitualmente por debajo de las estructuras de todas las metas.

Atxa agradecía ayer el apoyo que le había dado el Orica-GreenEdge en el mal día que vivió: «El equipo se ha portado muy bien conmigo, me han apoyado y estoy agradecido. Me siento muy mal, pero todo ha pasado y al final tampoco ha habido heridos».

Todo lo que rodeó al incidente del autobús del Orica tuvo más consecuencias ayer porque una representación de los ciclistas encabezada por Jerome Pineau se acercó a pedir explicaciones al director de la prueba, Christian Prudhomme, al que según algunos testigos, incluso amenazaron con una huelga. Se quejaban tanto por el incidente del autobús como por los dos cambios de la línea de meta decididos en un estrecho margen de cinco minutos que sembraron el desconcierto en el pelotón. Cavendish también reclamó que se anularan los puntos del maillot verde igual que se anularon los tiempos.

Al final la protesta de los corredores se quedó en esas palabras y la segunda etapa se desarrolló con toda normalidad. La única variación llegó en meta, porque la organización del Tour tomó la decisión de que los autobuses no pasaran por debajo de la estructura y cambió el parking previsto para ellos.

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