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Los «indignados» brasileños llevan la protesta a la final del Maracaná

Las protestas que vive Brasil en favor de los servicios públicos y contra la corrupción se repitieron ayer en la final de la Copa Confederaciones de fútbol. Una manifestación fue desviada por un cordón policial, pero una segunda se dirigió al estadio poco después.

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La Copa Confederaciones de fútbol -marcada por una explosión de descontento social tan inesperada como histórica- concluyó ayer en Rio de Janeiro con las protestas de varios miles de personas que recorrieron un kilómetro y medio para llegar al estadio Maracaná. Pero fueron bloqueados por la Policía a cien metros de la entrada y se dirigieron a una plaza cercana.

La marcha se desarrolló en un ambiente festivo con lemas como «no a la privatización de Maracaná» y «no a las expropiaciones forzosas», en referencia a los trabajos de infraestructura del Mundial de fútbol de 2014 y los Juegos Olímpicos de 2016.

Pero a las 19.00, otra manifestación tomó el relevo en la plaza Saens Penha, con el eslogan «no habrá final» y comenzaron a dirigirse al estadio.

En las pancartas se leía también «Stop al genocidio de los indios» o incluso «Asilo político a Assange». Entre los manifestantes se encontraban los indígenas expulsados de «Pueblo Maracaná» que habían instalado en el Museo del Indio, en ruinas, junto al estadio.

También había un grupo de personas con los rostros cubiertos. Unos 11.000 policías bloquearon los accesos a Maracaná en un radio de tres kilómetros, mientras representantes de la Orden de Abogados de Brasil (OAB) y de la Fiscalía observaban la operación, ante las críticas por los métodos brutales de la Policía. Una pequeña manifestación en las afueras del estadio de Salvador de Bahía donde se disputaba el partido entre Italia y Uruguay acabó pacíficamente. Otras manifestaciones tuvieron lugar en al menos otras seis ciudades de Brasilia, Porto Alegre y Sao Paulo.

En todo caso, fueron mucho menos numerosas que cuando el 20 de junio más de un millón de personas salieron a las calles en las manifestaciones más grandes jamás vistas en Brasil, para denunciar los malos servicios públicos, la corrupción de la clase política y las enormes sumas invertidas en la organización de la Copa del Mundo en 2014.

La presidenta Dilma Rousseff, izquierda, abucheada por el público durante el partido inaugural en Brasilia junto presidente de la FIFA Joseph Blatter no asistió a la final en el Maracaná.

Según un sondeo ha perdido 27 puntos de popularidad en dos semanas, desde que comenzaron las movilizaciones, pasando del 57 % al 30 %.

en el césped

Pese al control policial, antes del partido entre Brasil y España, dos figurantes, disfrazados de balones, se saltaron el protocolo, salieron de la formación y desplegaron una pancarta, cuyo mensaje fue legible en algunas partes del estadio.

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