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Sofoco

Carlos GIL | Analista cultural

Tema muy poco veraniego. Es difícil pensar sobre asuntos culturales en chanclas y mirando los cuerpos vibrar en todas las orillas. Como a todo se le pone por delante la muletilla de cultura, ya no sabemos qué es exactamente cultura. Por lo tanto no sabemos que es incultura. ¿Correr delante de los toros es cultura? ¿Pelar pájaros es cultura? ¿Un campeonato de dominó es un acto cultural? Me sofoco con mis demagógicas y retóricas preguntas, pero después del verano incierto, viene el otoño seguro que nos coloca en la larga noche de un invierno sin actividades lúdicas al aire libre más allá de las que proporciona la llamada cultura deportiva. Escucho al director del Festival de Teatro de Almada en Portugal señalar que el problema de la cultura es que estamos ante la generación de políticos más incultos, abrazados a ideologías liberales que no entienden el acceso a la cultura de los ciudadanos como un derecho. Estoy de acuerdo en esta idea. Ha perdido valor de mercado político y ciudadano la cultura, el arte, lo intelectual y mandan las finanzas, los lenguajes económicos crípticos. Lo que más me sofoca es que no son sólo los políticos de doctrina liberal los que muestran una manifiesta desafección por la cultura, sino que es una epidemia generalizada que afecta a casi todos, que en el mejor de los casos la entienden de una manera muy poco progresista y la sostienen como algo irremediable, quizás necesario, planteada en el campo de apoyo al turismo y no como un fundamento de su acción de gobierno. No hace falta dar muchos ejemplos: los sufrimos. Ya no cuenten más chistes malos: los presupuestos son la única declaración de principios.

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