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CRíTICA | teatro

Sobre un charco de sangre

Carlos GIL

De la Yugoslavia a la fragmentación, a la crispación, a las guerras entre vecinos, hermanos, compañeros de grupos de teatro. En busca de las identidades puras, de las limpieza étnicas, nacionalistas exacerbados. Y al final, en cada tramo, la misma resolución: un baño de sangre, disparos, una solución final, definitiva. Sólo aparentemente, porque todos vuelven de esa muerte teatral, todos repiten sus vivencias, unas situaciones tan absurdas como verosímiles, con enfrentamientos, por ejemplo que nunca han existido, hasta ahora al menos, entre Croacia y Eslovenia. Y la resolución, de nuevo a tiros. De nuevo la sangre. La muerte.

Y una imprecación a los espectadores. Porque es un teatro de acción y reacción, que implica. Y les recriminan a los portugueses su pasividad ante lo que sucede, lo mismo que recuperan la denuncia de la pasividad de los vecinos europeos a las matanzas en la guerra de los Balcanes. Una increpación directa, en un monólogo espléndido precisamente del actor que lleva la pistola en la mano, con un discurso político acoplado al día de hoy a la situación convulsa que vive Portugal. Un teatro de asamblea, de reflexión, de participación.

Y la discusión interna sobre si se puede alguien negar a hacer una obra porque uno de los participantes es dudoso, o el músico cantó un texto de un autor enemigo. Un debate vivo. Sin solución de continuidad. Los disparos, contra el público, contra ellos, contra la historia, y vuelta al inicio, a la música fúnebre, y al final una pregunta, una duda, sobre la identidad, sobre las patrias, sobre los himnos, ya que el título de esta obra es una estrofa del himno de Yugoslavia. Y todo sucede sobre un imaginario charco de sangre, que todavía huele, que todavía atormenta.

Un espectáculo que conmociona, que sin ningún tipo de elemento escénico más allá de los instrumentos, los cuerpos, el vestuario, un patético y deslumbrante desfile de banderas a modo de vestidos de moda, y las pistolas, todo ello arropado por una iluminación que hace que fluyan las escenas y las emociones que transmiten unos buenísimos y preparados técnica e ideológicamente actores de una legendaria compañía fundada en 1955, Teatro Mlandisko, que nos recuerda de la utilidad del teatro para construir memoria. Y para destruir tópicos. Y para proclamar ideas. A través del arte, un arte que grita queriendo despertar conciencias adormiladas.

Ficha

Obra: «Maldito sea el traidor a su patria».

Dirección: Oliver Frljic

Intérpretes: Primoz Bezjak, Olga Grad, Uros Kaurin, Boris Kos, Uros Macek, Dario Varga, Matej Recer, Romana Salehar, Draga Protocnjak, Matija Vastl

Lugar y fecha: Escola D. Antonio da Costa. 04/07/13, XXX Festival de Almada.

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