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CRíTICA: «El vendedor»

La profesión va por dentro

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Mikel INSAUSTI

Dentro del auge que vive el cine québécois en los festivales internacionales, Cannes ha consagrado a Sébastien Pilote con su segundo largometraje «Le démantèlement», ganador del Prix SACD. En él habla de la ruina de la agricultura y la ganadería, que fuerza a la gente del campo al éxodo urbano. Ya en su premiado cortometraje del 2007 «Dust Bowl, Ha! Ha!» retrataba a las personas que hacen del trabajo su razón de ser. La vida laboral es el gran tema de su obra, y por eso en su ópera prima «Le vendeur», que ahora se estrena entre nosotros, traza la radiografía de un vendedor de coches.

El veterano actor Gilbert Sicotte hace una sobria e introspectiva aproximación a la figura de un ejemplar empleado de un concesionario automovilístico, un hombre viudo al borde de la jubilación que sigue trabajando porque no sabe hacer otra cosa. A pesar de su avanzada edad, no ha dejado de ser el número uno en ventas de la empresa, mes a mes. Representa la vieja tradición del tratante de caballos de los tiempos de los colonos, y como aquella era la que le ha tocado vivir también agoniza. A la crisis del sector se suma la elevada tasa de paro en el Norte de Québéc, en una pequeña población cuya fábrica de papel va a cerrar. El protagonista, no obstante, se las arregla para vender marcas americanas caras a futuros parados que no podrán pagarlas, como el comprador de una pick-up, que, ante el inminente embargo, se encierra en su garaje y deja el motor encendido para inhalar el monóxido de carbono.

La narración no se centra en dicho suicidio, sino que da más importancia a un accidente avanzado en la introducción, a consecuencia del cual aparece un reno tendido en el asfalto, intuyéndose cerca la presencia del vehículo siniestrado que ha matado al animal. El consiguiente drama familiar que desencadena el grave percance no tardará en influir en el entorno del protagonista. Éste se resiste a abandonar su puesto, a pesar de todos los pesares, sintiéndose como un ciclista de pista que no puede dejar de pedalear a piñón fijo, sin que haya nadie para recogerle y detener su carrera, una vez cruzada la meta.

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