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Esperando al txispun

Gloria REKARTE

Nos dieron las once, y nos dieron las doce y casi nos da la una esperando el txispun. No podíamos saberlo con nuestras ropas casi blancas todavía y los pañuelicos en la mano, pero íbamos a asistir a un txupinazo histórico. La gesta se había urdido, no sé si con premeditación, o simplemente con alevosía, en los pasillos consistoriales, a la vista de la ikurriña que lucía (me gustaría decir que ondeaba pero lo cierto es que con la chicharra ni se movía), ineludible a las cámaras, frente al balcón de los coheticos. Y ahí estábamos. Las 12.15 y del txispun ni noticia. La ikurriña quieta, la balconada vacía. Cuando finalmente descolgaron el objeto de tanta desazón, con saltitos jubilosos y empuñando sus pañuelos ocuparon su lugar frente a la masa que se tostaba al sol, alcalde y concejales de bien, y precedieron el vivasanfermín de su particular arenga. Acto seguido uno de los cohetes, en lugar de tirar para arriba, se tiró del balcón abajo. O bueno, a lo mejor a un cohete le da lo mismo que hablen de respeto institucional los que se la pasan queriendo sacar de las instituciones a los que las urnas han dicho que deben estar ahí. O sea, que a lo mejor solo fue un fallo de fabricación.

Anda la derecha necesitada de cantares algo más épicos que los que le sacan la CAN y las murallas. Y bien mirado, público más numeroso no lo iban a encontrar en ninguna otra ocasión. Le quedó la representación tirando a ridícula, pero se habrá rehabilitado ante sus adeptos: el txupinazo, más que con retraso, llegó con retroceso. En cuanto al tiempo de los relojes unos veinte minutos, en cuanto al tiempo político, tres o cuatro décadas. Opino casi como Uxue Barcos, solo que justo al revés: lamento que se use el arranque de las fiestas para atacar la ikurriña.

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