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Fracaso de Berlín en el intento de dotarse de un drone armado

Más de 560 millones de euros invirtió Berlín en el desarrollo del avión no tripulado Euro Hawk. Ahora ha tenido que parar el proyecto porque el drone no ha recibido el permiso para utilizar el espacio aéreo europeo. Al ministro de Defensa le salvan su amistad con la canciller Angela Merkel y las cercanas elecciones generales.

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Ingo NIEBEL | Colonia

La doctrina militar de un Estado es la que define las estructuras de sus Fuerzas Armadas, la de sus servicios secretos, las armas y por ende el carácter de su industria militar. Las guerras que los países de la OTAN están llevando a cabo tienen dos denominadores comunes: por un lado, se desarrollan muy lejos de Europa, EEUU o Canadá, en Afganistán por ejemplo, y por otro, las dirigen ejércitos profesionales que cada vez operan con menos soldados. Aún así, la guerra -tanto la abierta como la encubierta- sigue siendo un instrumento político que los socios de la OTAN utilizan con mayor o menor intensidad a nivel internacional.

Este hecho choca con una realidad en la que el rechazo al servicio militar obligatorio y el final de la Guerra Fría en Europa han contribuido a la profesionalización de los ejércitos, que por eso se hallan ante el reto de tener que hacer la guerra con menos personal. La consecuencia lógica es recurrir al desarrollo de tecnología militar y crear armas nuevas que no requieren tantos recursos humanos como antes. Esta automatización del combate encaja con el pensamiento neoliberal que pretende también economizar y abaratar la guerra.

Así se explica, en parte, porqué países industrializados como Alemania quieren dotarse con aviones no tripulados. Ya existe una familia bastante amplia de estos drones pero su tecnología no es de fácil acceso, mucho menos si se quiere disponer de un modelo que no solo sirva para espiar sino también para matar.

El Gobierno de Angela Merkel ha decidido que quiere jugar en la primera liga de estos drones letales. Y, por ahora, ha fracasado.

Petición de dimisión

En mayo, el ministro de Defensa, Thomas de Maizière, amigo y correligionario demócratacristiano de la canciller, tuvo que anunciar el cese del proyecto en curso porque su superdrone Euro Hawk no iba a obtener la licencia para utilizar el espacio aéreo europeo. Más de 560 millones de euro había invertido el Ejecutivo en este ambicioso proyecto y, de momento todo ha sido en vano. Ante la cercanía de las elecciones generales de setiembre en Alemania, la oposición exigió la dimisión del ministro y, por la misma razón, Merkel la rechazó.

De Maizière ha perdido muchas simpatías en las encuestas pero sigue en su puesto porque ha sabido lidiar el asunto pese a sus contradicciones al hablar de su responsabilidad en este asunto. Medios de comunicación y partidos de la oposición se han centrado solo en preguntar si el ministro debería haber parado el proyecto antes y si mintió al Parlamento. Fuera del debate ha quedado la dimensión estratégica que se esconde tras el escándalo.

En 2002, el Gobierno del socialdemócrata Gerhard Schröder decidió construir este drone de espionaje de largo alcance. Más tarde se optó por la empresa especializada Northrop Grumman, de EEUU, para hacerlo, mientras el desarrollo de la técnica para el espionaje quedaría en manos de una filial de la europea EADS.

Un reciente informe del Tribunal Federal de Cuentas ha revelado que ya en 2007, antes de firmar el contrato con la firma estadounidense, los militares alemanes sabían que seguramente no recibiría la licencia para sobrevolar las regiones pobladas en la Unión Europea porque Northrop Grumman no les iba a entregar las informaciones técnicas que para ello solicitan las instituciones europeas. Aún así el proyecto siguió adelante hasta que De Maizière lo frenó en seco porque, según un informe del Tribunal Federal de Cuentas, el Departamento de Armamento del Ministerio de Defensa operaba como quería, sin control alguno.

Su portavoz Stefan Paris dejó claro que a pesar de todo «lo queremos». Obviamente su Ministerio ha reconocido de haber perdido una batalla, pero no la guerra por el drone alemán. Paris subrayó que la tecnología de espionaje funciona bien y que lo que hace falta es encontrar el correspondiente avión no tripulado que la pueda llevara hasta los futuros teatros de operación militares, con la correspondiente licencia.

Mientras tanto, el presidente de EADS, Tom Enders, ha anunciado que no invertirá más dinero propio en el desarrollo de drones porque no hay encargos concretos a la vista por parte de los gobiernos europeas.

No obstante, en el ámbito político alemán, según reconoció Paris, «el debate sobre drones aptos de llevar armas sigue», pero matizó también que había muy pocos productores de estos aparatos, «en EEUU e Israel». Tal vez por eso Northrop Grumman no entregó los datos, para que no le surja algún competidor europeo en este creciente mercado. También por razones estratégicas ni Washington ni Tel Aviv pueden tener el más mínimo interés que alguien esté en condiciones de competir con ellos en estas esferas en las que «conocimiento es poder», incluido el matar de manera teledirigida y a distancia. Ni siquiera si se trata de su socio alemán.

No obstante, el Gobierno de Angela Merkel ya ha tomado la decisión de dotarse con este armamento, aunque le resultará muy difícil encontrar el socio adecuado.

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