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Fede de los Ríos

De ikurriñas y tetas

Los que se oponen, en las fiestas de Irun y Hondarribia a la participación de las mujeres como ellas consideren, esos, podrían permanecer callados

Desde Madrí, tanto el Gobierno español como su leal oposición, tocan a rebato en defensa de las mujeres y de los Sanfermines.

El secretario de Estado de Servicios Sociales e Igualdad, Juan Manuel Moreno, asegura que los Sanfermines son «tradición y fiesta», «patrimonio de todos» e insta a no permitir «imágenes deplorables de acoso a mujeres».

La secretaria de Igualdad del PSOE, Purificación Causapié, ha exigido a las autoridades poner los medios para impedir «prácticas vejatorias para la dignidad de las mujeres, que manchan, también, la imagen de una de las fiestas españolas más internacionalmente conocidas».

Ambos dos, el miembro del PP y la miembra del PSOE, se refieren a imágenes del día 6, recogidas en los momentos previos al Txupinazo, que periódicos y televisiones han ido posteriormente sacando a la luz. Se ve que el tamaño de la ikurriña de los barbudos impedía toda visión a los medios y a los señores agentes que se hallaban dedicados de pleno a otro tipo de banderolas vascas, poniendo especial celo en el cráneo de Txelui Moreno, cabeza de corte griego clásico, admirada por muchos y deseada por multitud de mujeres y algún que otro varón. La envidia es un pecado feo, más si cabe, en el alma de un uniformado

Refiérense Juanma y Puri, los dos apóstoles de la Igualdad, fíjate tú por dónde, a unas imágenes que recogen la siguiente secuencia: la primera estampa, la de unas despotenciadas, ebrias de sangría, subidas a hombros de sus colegas para mejor mostrarse. Posteriormente levantan sus camisetas, empapadas por el vino que sigue arrojándoles su cuadrilla, para mostrar sus glándulas mamarias a una especie de protohomínidos que se abalanzan para manosearlas.

La visión no resulta nada novedosa. En lo alto de la fuente de Navarrería, son bastantes las guiris que, antes de lanzarse a los brazos de los imbéciles de abajo, se ven en la necesidad mostrar las tetas o el culo para ganar su atención (una moda anglosajona que se va extendiendo). No por poco novedosa la visión es menos deprimente. Denigrante la necesidad de dar satisfacción a un narcisismo que les exige ser centro de atención aun a costa de cosificarse. Su visibilidad, dos tetas que se supone, en todo momento y en todo lugar, el varón desea, como demuestra el abalanzamiento para tocarlas de quienes las jaleaban.

Aunque la imagen de jóvenes borrachas rodeadas de individuos que manosean sus pechos no refleja la realidad de los Sanfermines, por mucho que se empeñen algunos medios, a la fiesta todavía la lastran ciertas mas- culinidades ridículas de las que deberemos desprendernos para un mayor disfrute de todos y todas. El espacio debiera de poder ser ocupado al margen de poseer o no pilila, recorrido sin miedos y sin impertinencias.

Mientras tanto, los contrarios a la coeducación, los que quieren la segregación por sexos, los que hicieron una ley de supuestos para la interrupción del embarazo, los que, además, la quieren recortar, los que se oponen, en las fiestas de Irun y Hondarribia a la participación de las mujeres como ellas consideren, esos, podrían permanecer callados.

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