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César Manzanos Bilbao Doctor en Sociología

La corrupción generalizada

La corrupción generalizada es el sistema sanguíneo del capitalismo. Y lo es no solo como forma envolvente y omnipotente de ejercicio de poder, sino sobre todo como factor de gelatinización de los sujetos

Dos minutos después de salir de una tienda de ropa, me di cuenta de que las gafas de sol que llevaba colgadas, me las había olvidado en el probador al quitármelas para comprobar si me quedaba bien de talla una camiseta. Al entrar fui donde la dependienta y con ella a la cabina. Al no estar allí, se dirigió al único cliente que había entrado al probador y que aún se encontraba ojeando ropa dentro de la tienda para preguntarle si las había visto. Él le dijo que no y ella me lo hizo saber. Pensé que a lo mejor me las había dejado olvidadas en otro lugar y recorrí diversas estanterías donde me había detenido a elegir las prendas, pero sin suerte. Permanecí un momento fuera del establecimiento y ya me resigné a quedarme sin ellas.

Comencé a descender por la calle cuando un hombre a quien no conocía se dirigió a mí un tanto nervioso y me dijo: «mira, la semana pasada perdí mis gafas de sol y al entrar al probador de esa tienda me he encontrado unas, y me he dicho esto ha sido providencial, así que me las guardo y no tengo que comprarme otras»...«pero estando aún en la tienda, la dependienta me ha preguntado si me había encontrado unas en la cabina y, mi reacción ha sido decir que no y, he visto, cuando se ha dirigido a ti, que eran las tuyas».

Él se había sentido fatal por decir que no se las había encontrado a la dependienta, lo cual es lógico pues era delatar su robo, y después se sintió aún peor al saber que su dueño estaba buscándolas y él las tenía.

Fue una acción que aunque a simple vista parezca intrascendente me conmovió y no pude por más que felicitarle por su capacidad de reacción, de ponerse en evidencia para sentirse bien consigo mismo y, una lección sobre la capacidad de renuncia y rectificación de las que tan necesitadas estamos.

Este tipo de micro-actitudes son las claves a la hora de vincular nuestra vida cotidiana con aquello que reivindicamos a nivel social y político. El apoyo mutuo, el reconocimiento del otro, la renuncia a nuestro interés particular, la escucha y flexibilidad para cambiar de posiciones y esquemas, la capacidad de desprendimiento, la generosidad, la negativa a venderse al mejor postor o a dejarse corromper son actitudes por desgracia ausentes, pero imprescindibles.

Imprescindibles para reinventarnos así como para luchar contra la corrupción generalizada que es el sistema sanguíneo del capitalismo. Y lo es no solo como forma envolvente y omnipotente de ejercicio del poder, sino sobre todo como factor de gelatinización de los sujetos que nos hace cómplices necesarios de la parálisis transformadora en la que nos encontramos. La cultura del sobre, del favor interesado, de privilegiar a los míos, está tan arraigada y generalizada que no entiende de ideologías, solo entiende de apropiación indebida, de fraude fiscal, de fuga de capitales así como de un concepto de política y de estado al servicio del capital encubierta con dispositivos venenosos de poder tan intrauterinos que consiguen esterilizarnos como seres humanos y, lo que es peor, transformarnos en seres despiadados y ruines.

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