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Al Berto

Josu MONTERO
Escritor y crítico

Entre lo obsceno y lo lírico. Ahí se mueve la obra de Al Berto, un poeta que siempre habitó las zonas más marginales y degradadas. Y allí creó grandísima poesía. «Solo la sangre, el moco, el sudor tienen verdadera dignidad de tinta», escribió provocativo este outsider insatisfecho, autor de algunos de los versos más bellos de la poesía portuguesa del siglo XX. El sexo furtivo con chaperos se eleva en su poesía a la condición del más puro amor. Y las drogas. Y la muerte, la conciencia de la muerte. Y de la enfermedad. «Felices aquellos que escriben convencidos de que eso les salvará; yo estaba perdido, y lo sabía». Tan enviciado con las palabras como con otras sustancias, consiguió dejar finalmente las segundas, pero no las primeras: «A partir de ese momento acumulé incontables cuadernos escritos; era ésta la única manera de remediar el miedo y de no poseer nada, y de haberlo poseído todo». «En la noche oirás el sentido de tus palabras / aunque la vida / no fuese más que un barco sin rumbo». El mar, y la vida en el mar y en sus puertos, tan presente en su obra; a pesar de haber nacido en Coimbra, vivió en Sines (Alentejo), pero también en Barcelona o en Málaga o... Y seguro que no hablaba solo de lugares cuando escribió: «Conozco todas las esquinas de la inmunda ciudad que amo». Genet o Pasolini, Rimbaud o Baudelaire, Al Berto es otro de esos desarraigados poetas nómadas al margen de lo moral y socialmente instituido. «Restriego el sexo en las palabras, lo meto en las manos sucias de la literatura», afirmó este tipo capaz de escribir sin embargo cosas como ésta: «Las manos con que te toco / no son verdaderas ni reales, porque el / tiempo todo / quizá se encuentre donde existimos. / Aunque sepamos que en ese lugar / no existió nunca ningún tiempo». Nació hace 65 años y murió hace 15, a los 49.

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