eva aranguren, peio martínez de eulate, patricia perales | grupo municipal de bildu iruñea
Ikurriña y provocación
«Esta es nuestra versión», así concluyen su artículo los concejales de Bildu de Iruñea en el que detallan con pelos y señales, la persecución policial «persolizada» y los graves insultos de las juventudes de UPN durante y tras la colocación de la ikurriña en la plaza Consistorial el día del chupinazo. Sitúan el quid de la cuestión en el afán de proscribir una bandera legítima y propia con argumentos sectarios y excluyentes. Denuncian al alcalde Maya por su «ridícula decisión» de atrasar el chupinazo y de contribuir a generar tensión y de utilizar el ayuntamiento «como un cortijo». También explican por qué se negaron y por qué se negarán siempre a «condenar» el uso de la ikurriña como pretendía UPN.
El acto reivindicativo en favor de la ikurriña del pasado día 6 de julio ha tenido la virtualidad de traer a primera plana la situación de la ikurriña en Nafarroa y en Iruñea, y ha despertado simpatías entre buena parte de la base social abertzale, por su capacidad de descolocar a nuestros mandatarios y poner en primera línea una reivindicación sentida y de justicia en nuestra ciudad. Es inaudito que siendo más de un tercio las personas que nos sentimos representadas por este símbolo en Iruñea, la enseña vasca esté ausente del mástil municipal.
Coincidimos así con quien ha afirmado que la verdadera provocación es que la ikurriña no esté en el balcón. Una ausencia de más de tres décadas, que ha dejado a una parte de la ciudad huérfana de símbolo de pertenencia e identidad, por imposición de quienes, apelando al «respeto a la realidad institucional de Navarra», la están deforman-do así de manera consciente y deliberada.
Si hoy la ikurriña, símbolo del pueblo vasco, no está en los ayuntamientos de Sakana, Baztan, Malerreka, Bortziriak, localidades de la zona media y de Iruñerria -como Atarrabia, donde incluso se celebró un referéndum en su día en el que su población avaló que estuviera en el balcón municipal- y en otros muchos pueblos, no es por decisión de la ciudadanía, sino por una Ley de Símbolos, impulsada por UPN y avalada por CDN y PSN en 2003, que la prohíbe expresamente en todo el herrialde, bajo sanción de inhabilitación para el alcalde, alcaldesa, concejal o concejala que ose desplegar dicha bandera en el balcón municipal. Así, la enseña vasca, legal, legíti-ma, y propia, como la navarra, para miles de personas en Navarra, está proscrita de nues-tro ámbito institucional, por decisión sectaria y excluyente del nacionalismo español.
La situación forzada de esta enseña en Navarra es más evidente si observamos que en nuestra ciudad hermana de Baiona, parte de otro estado, la ikurriña luce con toda normalidad en la fachada municipal. Si más del 37% de la representación municipal de Pamplona -10 de 27 concejales y concejalas- somos abertzales, ¿Cómo es posible que nues-tra bandera no esté presente en el balcón?
El acto reivindicativo de los «barbudos» el pasado día 6, tiene plena justificación social, y una clara explicación política, no se puede censurar ni prohibir el sentir de gran parte de esta ciudad. Dentro del ayuntamiento, se nos adjudicó un agente de policía municipal a cada concejal de Bildu desde el momento en que entramos en la sala para controlar que no sacáramos ninguna ikurriña.
A Eva Aranguren, por el hecho de llevar un pañuelo con la ikurriña anudado a la muñeca, le siguió una agente de policía como una sombra durante todo el chupinazo, con orden de impedir que lo agitara en el balcón municipal. Lo mismo en el caso de los otros dos ediles. Patricia Perales, sufrió continuos tirones de bolso, por el simple hecho de querer sacarlo al balcón. Increíble ejemplo de libertades, sí señor.
Aunque lo verdaderamente vergonzoso y denunciable fue la reacción del alcalde de esta ciudad, el señor Maya, que nada más ver la bandera desplegada ante la fachada se volvió hecho un basilisco a increpar e insultar a las corporativas y el corporativo de Bildu, jaleado de forma lamentable por otros miembros de su equipo de gobierno. Alcalde que, además, demostró su propia incapacidad al optar en ese momento por la decisión más traumática y ridícula, retrasar el chupinazo, en lugar de tirarlo a la hora desde ese mismo balcón o el contiguo, o bien desde el piso superior. Con ello contribuyó a generar un estado de tensión e incertidumbre que bien podría haber tenido consecuencias nefastas en una plaza Consistorial abarrotada de personas impacientes por empezar la fiesta. La pésima gestión de la situación es lo que se debería denunciar. El hecho de que, por fobia a una bandera, y en un ataque de descontrolada indignación, UPN y PSN antepusieron el empeño de garantizar una imagen pública determinada de Navarra y de Pamplona en el chupinazo a cualquier otra consideración.
Una vez más se volvió a demostrar que hay quien utiliza el ayuntamiento como su cortijo e impone a parte de esta ciudad, para la que no gobierna, su propia ideología.
Y se volvió a recordar, de manera ridícula y pueblerina, para medio mundo, que en Iruñea han impuesto un modelo donde existe ciudadanía de primera y una ciudadanía de segunda, siempre vilipendiada, siempre invisibilizada.
Y mientras la sorpresa cundía fuera, esto es lo que ocurrió dentro. Sin saber lo que sucedía, las concejalas y el concejal de Bildu fuimos arrinconados y arrinconadas, sin que se nos permitiera ni acercarnos al balcón. Así, en este acorralamiento, sin conocimiento ni información de lo que ocurría fuera, con informaciones erróneas, versiones tergiversadas o falsas sobre la distancia de la bandera, la reacción de la gente o las razones verdaderas del retraso, tuvimos que salir al paso de preguntas y acusaciones directas. Ya conocemos las formas de estos compañeros de corporación, que no vamos a permitir ni una sola vez más. Pero lo más sangrante fue enterarnos después de los graves insultos que las juventudes de UPN habían proferido contra nuestras invitadas e invitados, representantes de la Asamblea de Paradas y Parados, la plataforma Antidesahucios de Txantrea, Gora Iruñea!, las parlamentarias Miren Aranoa y Bakartxo Ruiz y el joven Josu Espartza. Todo un ejemplo de «respeto institucional» por parte de insignes miembros de la derecha navarra y española.
El afán desmedido del señor alcalde, imputado por un presunto delito de corrupción y reprobado por el pleno municipal, por rentabilizar el episodio se puso de manifiesto en cuanto, nada más tirarse el chupinazo, convocó una Junta de Portavoces extraordinaria para «condenar» el «incidente», denunciar que «una minoría» pretendía «imponer sus ideas» y recalcar que, pese a todo, «Pamplona seguirá siendo Pamplona, y Navarra seguirá siendo Navarra». Lo sorprendente fue que, tras un intento general porque UPN cejara en el intento, fuera el primer partido de la oposición quien tomara la iniciativa y planteara la posibilidad de un acuerdo de condena o rechazo del uso de la ikurriña, que apelaba igualmente a la imposición de ideas de una minoría.
Por supuesto, nos negamos. Denunciamos el trato recibido tanto por nosotras y nosotros, como por nuestras invitadas e invitados, e instamos a los demás grupos a denunciar las cargas policiales ocurridas en la calle Chapitela y la agresión contra Txelui Moreno, representante político, al tratar de mediar con un mando de policía (unos hechos que para entonces ya conocíamos). Y por último, dejamos bien claro que para quienes formamos Bildu que se cuelgue la ikurriña en la plaza Consistorial de Pamplona nunca será imponer ideas, sino reivindicarlas.
A partir de ahí, se deshizo la reunión y cada cual dará su versión. Esta es la nuestra.