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CRíTICA: «Ahora me ves...»

Cuanto más cerca estén, más fácil será engañarles

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Mikel INSAUSTI

El discurso sobre la percepción engañosa o subjetiva queda en boca del personaje incorporado por Morgan Freeman, una especie de desenmascarador de magos fraudulentos. Viene a decir que cuanto uno está más cerca del objeto que va a desaparecer, más fácil es que resulte engañado, porque la cercanía no le deja ver la realidad que se oculta tras el número de ilusionismo. Debe de ser porque en el cine me siento siempre en las butacas delanteras, pero yo no ví el truco por ninguna parte, por la simple razón de que, en mi opinión, no existe.

Me permito la ventaja de hablar en términos abstractos, porque la película también lo hace. En ella todo es magia, todo es ilusión, todo es nada. Solo al principio vemos con claridad las manos del prestidigitador que interpreta Jesse Eisenberg, cuando baraja los naipes, pero el truco finaliza con las luces que iluminan la fachada entera de un gran edificio. Poco planos detalle hay a partir de entonces, abundando los generales, aunque uno de los integrantes del cuarteto estelar de magos sea un carterista, y es que esto no es el «Pickpocket» de Robert Bresson, ni nada que se le parezca.

La distancia empleada por las cámaras desmiente el mensaje de proximidad del texto, ya que los tres grandes espectáculos en Las Vegas, Nueva Orleans y Nueva York que componen el metraje están en la línea, para entendernos, de un David Copperfield. Me refiero a que se trata de grandes montajes escénicos, y así, por ejemplo, la consabida caja de doble fondo de la que sale el conejo se convierte en una sala de espejos que permite ejecutar un robo sin que los ladrones lleguen a ser descubiertos.

En resumidas cuentas, el concepto del truco de magia se extiende a los efectos especiales cinematográficos de la era digital, de la misma manera que el suspense busca una espectacularidad desmedida en un supuesto «más difícil todavía». No basta con un giro final sorprendente, sino que hay que encadenar un sinfín de ellos a la manera de la traca y los fuegos de artificio que nunca acaban. Para cuando llega el definitivo «The End» uno ya está harto de tanto desenlace interruptus.

 

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