Imanol Intziarte | Periodista
Fin de la cita
Ya estamos todos mucho más tranquilos. Tras el debate de ayer en el Senado español, los corruptos se lo pensarán mucho antes de poner el cazo. Seguro. Temblando están, no digo más.
Por cierto, que de los corruptores prácticamente no se habló. La corrupción es como el embarazo de la Virgen, cosa del Espíritu Santo. El dinero negro, la financiación ilegal, tiene al parecer un origen misterioso. Empresas que colaboran económicamente en las campañas de los candidatos para que el ganador devuelva los favores en forma de adjudicaciones de contratos públicos. Y para cerrar el círculo, una jubilación de oro como integrante de diferentes consejos de administración. Todo normal, muy guay.
Termómetros rondando los cuarenta grados y unos aburrevacas con la credibilidad por el subsuelo con su raca-raca a vueltas. Lo dicho, una combinación mortal. Las personas que echan las cartas del tarot en el Salón del Esoterismo que se celebra en Donostia ofrecen menos sopor y más confianza. Que venga la bruja Lola y reparta sus velas negras a diestro y siniestro. El problema no se limita a un caso puntual, el de Bárcenas y por extensión el del PP, sino que es un mal endémico. De hecho, las dos primeras réplicas corrieron a cargo de un tal Rubalcaba y de un tal Duran i Lleida, bajo cuyas alfombras hay basura para dar y para regalar. A veces pienso que algunos políticos están convencidos de que a la ciudadanía le pasan cada noche por delante de los ojos el aparatito de «Men in black» que te borraba la memoria. Y para completar este remake de «La momia», el ínclito Alfonso Guerra hablaba en los pasillos y definía a Rajoy como una caricatura, un muñeco de viñeta. Le dijo la sartén al cazo.
Capítulo aparté merece el nulo respeto de los dos grupos mayoritarios al resto de formaciones. Al menos, Real Madrid y Barcelona comparecen a los partidos frente a sus rivales, pero los representantes de PP y PSOE prefieren acudir raudos a la cafetería. Lógico, para lo poco que cobran, como para aguantar tanta chapa. Como escribió alguien en Twiter, «el respeto a la democracia es aplaudir al tuyo, abuchear al otro e irte a la cafetería cuando habla el resto, porque contigo no va». Fin de la cita.