James Magnussen conservó su título en 100 metros libre y recuperó el territorio perdido hace un año en los Juegos Olímpicos. El gigante aussie, apodado el Misil, necesitaba una victoria de referencia que le devolviera al primer plano en positivo. En Londres se quedó sin oro por una centésima. Las cosas se complicaron para Australia, un país que adora la natación, es una potencia en la piscina y no obtuvo ningún título individual. Algunos de sus nadadores fueron sancionados por «comportamiento antideportivo», juergas y consumo de sedantes.

Magnussen, líder del año con 47.53, fue cuarto el domingo con el relevo. Un mal comienzo al que le ha dado la vuelta consolidando su revancha en 47.71 contra Nathan Adrian, el campeón olímpico que le privó de la gloria, aunque entre los dos se metiera su tocayo Feigen.

Morozov, campeón mundial este invierno en piscina corta, se lanzó en plan kamikaze. Desbocado, recorrió los primeros 50 metros en 21.94 y luego pagó la factura con el quinto puesto. Magnussen, de 22 años, repite título siguiendo la estela de los grandes del sprint como Biondi, o Popov además de Magnini.

Hoy será el turno de las balas femeninas. Missy Franklin pretende su quinta medalla, la incógnita está en cuál será el material del metal un día después de ganar el relevo de 4x200 metros libre. Fue una carrera muy productiva, que dio a la estadounidese su cuarto oro y a la fondista Ledecky, el tercero. En 100 libre, Kromowidjojo, Sjostrom, con el mejor crono de semifinales (52.87), y Cate Campbell serán rivales temibles.

Lochte no falla en 200 estilos

El nadador más laureado en activo se colgó su primer oro en este certamen. Tras la plata en el relevo 4x100 libre y su cuarto puesto del 200 libre no podía fallar en su prueba fetiche. El de Rochester tiene el récord (1:54.00) y no se ha bajado del podio de los 200 estilos desde 2005 cuando se colgó su primer bronce mundialista, en 2007 fue plata y ayer obtuvo su tercer título consecutivo -Roma, Shanghai y Barcelona- empatando en esto con su amigo Michael Phelps, que había ganado los tres anteriores. Su versatilidad casa de maravilla con esta disciplina que examina los cuatro estilos. Por eso el joven japonés Kosuke Hagino se colgó la plata, como en el 400 libre. Ambos coincidieron un rato después en las semifinales de 200 espalda y pasaron el trámite.

Mientras tanto, por tercera vez esta semana, la bandera que anuncia el récord del mundo volvió a pasearse por el Palau Sant Jordi. Rikke Pedersen fue la responsable en las semifinales de 200 braza, al establecer esos 2:19.11 que desplazan los 2:19.59 que Rebecca Soni obtuvo hace justo un año. La danesa ya había avisado con su tope europeo en marzo. Salió de la piscina envuelta en lágrimas. Además de en las tablas esta tarde puede suceder a la estadounidense, ausente, también en el palmarés.