PÁGINA 12 | Lisandro Orlov, 2013/7/31
No quiero tolerancia, exijo derechos
El papa Francisco en su viaje de regreso a Roma y delante de los periodistas dijo en el avión: «Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para criticarlo? El catecismo de la Iglesia Católica dice que no se deben marginar a estas personas por eso», sostuvo, y agregó: «Hay que integrarlas en la sociedad. El problema no es tener esta tendencia. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby». (...)
Desde ayer esta afirmación que salió en todos los medios me viene molestando y me parece sumamente demagógica y populista. En primer lugar, en esta frase se coloca en un espacio de juicio y de juez donde nadie lo ha colocado. Ya esta perspectiva y esa mirada me parecen lamentables. ¿Quién soy yo para criticarlo? En un primer momento parece muy positivo pero todo el contexto nos lleva a sentir una especie de tolerancia, como que el Papa perdona la vida a quienes vienen del mundo de la diversidad sexual. No me parece que la tolerancia sea la mejor perspectiva y nunca habló sobre los derechos humanos a toda dignidad de las personas de orientación homosexual.
Por otro lado termina la frase diciendo que no habló del tema porque «los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia» y ese es justamente el núcleo del problema y no su tolerancia personal e individual. En ningún momento propuso un cambio del catecismo de la Iglesia Católica, que afirma con todo desparpajo que la homosexualidad es «intrínsecamente desordenada» con relación a todos los criterios de esa iglesia con relación a la sexualidad.
Toda esta expresión me ha parecido una frase que no le significa ningún costo teológico, doctrinario ni pastoral porque todo continúa igual desde la institución. No me sirve ni quiero esta posición individual que no implica ningún cambio ni costo. Es puro gatopardismo, digamos algo popularmente correcto pero no cambiemos nada.