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Iker Bizkarguenaga | Periodista

La chispa y la nieve

Llevo toda la semana rumiando el artículo de Iker Casanova «Preparar la independencia» y su alusión a la necesidad que todo proceso de liberación tiene de un catalizador que lo ponga en marcha. Una chispa que prenda el fuego.

En Euskal Herria el independentismo no ha menguado con los años, al contrario, hoy es superior al de hace unas décadas, y más extendido en las generaciones más jóvenes. El miedo a que el sentimiento nacional fuera decayendo con el tiempo parece infundado. Asimismo, en lo que a los habitantes del sur se refiere, la situación del Estado es lastimosa y el marco fijado en la Transición hace agua.

Sin embargo, es improbable que a corto plazo se produzca una insurrección masiva que alumbre la independencia. Lo es porque la causa abertzale es todavía ideológica, emocional y de proyecto, pero no vital. No para la mayoría. Sí lo es para una minoría cualificada, tanto que muchos han dado la vida por ella, pero no es algo generalizado.

Estoy seguro de que si existiera la opción de que con solo firmar un documento este país se desligara de España, sin mayor esfuerzo que plasmar la rúbrica ni coste que el de la tinta del boli, mañana seríamos independientes. Pero eso no va a ocurrir. Un proceso de este tenor conllevaría tensiones e incertidumbres políticas, sociales y económicas, y ahí es donde una mayo- ría hoy prefiere no embarcarse.

En términos generales, y aunque haya capas de la sociedad que lo están pasando muy mal, aquí se vive bien, con una renta media superior a la europea, y la posibilidad de poner su bienestar en juego retrae a la gente.

Lo mismo ocurre con las revoluciones, que no se producen porque la población adquiera conciencia revolucionaria inopinadamente, sino porque se dan las condiciones sociales y políticas para ello. Algo difícil, por cierto, en un lugar donde el grueso de la clase obrera se debate estos días entre ir a Conil o hacer trekking en Eslovenia.

¿No hay nada que hacer entonces? Al contrario, creo que la independencia es cuestión de tiempo. Pero no llegará de repente, sino como algo natural, casi sin darnos cuenta. El independentismo seguirá creciendo, porque España no seduce, repele, y un día este pueblo tendra enfrente a un Estado ahíto, con una sociedad también harta, sin fuerza para más bravuconadas. Su amenaza desaparecerá como la nieve en primavera -¿les suena?- y entonces, a nada que empujemos, seremos libres.

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