Tras una edición ausente de su programación, la danza ha vuelto a la Quincena Musical de manos del Malandain Ballet Biarritz, tan unido a Donostia por su convenio con el Teatro Victoria Eugenia y las colaboraciones con Orquesta Sinfónica de Euskadi. Su producción de «Romeo y Julieta», creada sobre la música de Hector Berlioz en vez de la más habitual partitura de Prokofiev, se estrenó en el Maitaldia de Biarritz en el 2010 y se pudo ver en noviembre de ese mismo año en dos funciones en el teatro donostiarra, así que este reposición en Quincena fue para muchos la ocasión de revisitar el que es uno los trabajos más notables de Thierry Malandain.

Empleando dos docenas de cajas metálicas como único mobiliario escenográfico, el «Romeo y Julieta» de Malandain comienza por el final, con los amantes muertos junto a la tumba, lo que establece desde el principio un halo fatalista muy afín al sentimiento de Berlioz. Volvemos luego en un flashback al principio de una historia en la que el cuerpo de baile encarna a Montescos y Capuletos pero que, ocasionalmente, se desdobla también en múltiples copias de los amantes. Es decir, en momentos álgidos, como el dúo de amor o la escena del brebaje y la muerte, son una decena de Romeos y Julietas los que actúan, en un guiño a la universalidad de la historia, «como si ese sueño que era demasiado bello fuera sueño de todos», asegura Malandain. Este efecto múltiple es por momentos bellísimo en un plano visual, con la inconfundible gestualidad de Malandain organizada en base a sencillos cánones. Por otro lado, diluye un tanto la identificación del público con la pareja protagonista, lo que afecta a la intensidad de la vivencia amorosa. En cualquier caso, el «Romeo y Julieta» de Malandain está repleto de momentos sobresalientes, como la fiesta rústica y desenfadada de los Capuletos o la escena del envenenamiento y resurección de los amantes, tierna y trágica sin llegar a ser desoladora. La compañía labortana actuó con la seguridad que da tener la coreografía tan rodada, con un destacable trabajo del Romeo principal Giuseppe Chiavaro y un magnífico Mercutio de Anaud Mahouy.