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Ondartxo y el Surfilm Festibal

Iratxe Fresneda | Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual

Hay lugares que se alejan de los no-lugares. Y en ellos las huellas de lo sucedido cuentan historias. Hay lugares que reúnen todas las condiciones para ser mágicos. Paisajes vividos en los que la huella del trabajo ha dejado cicatrices, sitios en los que se le ha «pedido» prestado al mar su espacio para navegarlo, moldearlo... Dice un amigo que el mar siempre gana en cada embestida y su poder y belleza va más allá, incluso de la perspectiva romántica de la imposibilidad de su control. Pero también es generoso y nos deja jugar con él, a veces. Ondartxo, en la bahía de Pasaia, probablemente sea el sitio más hermoso de Donostialdea, uno de esos rincones que bien podría ser un «secret spot» para poder así ser salvaguardado, casi como un santuario marítimo. Pero si fuera secreto ni tú ni yo lo conoceríamos y tampoco dejaríamos allí lo vivido. Y allí, con la puesta de sol y con la creatividad y la imaginación con la que trabaja el equipo del Surfilm Festibal el pasado martes, el astillero cobró vida; cine, música y surf en un ambiente que cristalizó de un modo increíble. La draga Jaizkibel recibió al surf de aquellos que podrían ser emblema de pioneros con una copia restaurada de la película «Pacific Vibrations», de John Severson (1970). Una cinta que puso el punto final a toda una odisea cinéfilo-surfera en la que me he visto embarcada a placer como componente del jurado. La música del californiano Mikal Cronin y su rock en los márgenes, que sonaron como en aquellos conciertos de los ochenta, garajero, gaztetxero, Marlon Brandy y los Ayo Silver djs pinchando con elegancia, amigos... ¡Larga vida al Surfilmfestibal!

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