CRíTICA: «Tres-60»
Las olas que se pierden en la ruta costera de las ermitas
La principal diferencia que observo entre las películas de Hollywood y las del mercado interior es la falta de definición demográfica del producto. Allí saben muy bien cuando un entretenimiento va dirigido al público juvenil, al infantil o al adulto. Viendo «Tres-60» hay momentos de tal ingenuidad que creo estar volviendo a la niñez, otros más refrescantes en lo que me siento rejuvenecido, aunque cuando aparecen los veteranos del reparto el suspense me parece ya de lo más trasnochado. No creo que sea esa la manera de llegar a todas las audiencias, máxime cuando la publicidad responde a un enfoque de thriller adolescente.
El trailer era tan engañoso que este cronista difícilmente podía acertar con el contenido de la película a la hora de dar la información previa del estreno, y, como yo, supongo que la mayoría. Las escasas imágenes de surf que aparecen en «Tres-60» están en ese avance de poco más de un minuto, con lo que cabía pensar que se trataba de una historia desarrollada en ambientes surferos. Sólo al principio la cámara está en el agua, quedando Donostia al fondo. No hay nada más, a excepción de una secuencia recurrente, y por cierto muy reiterativa, en la que el protagonista sueña que se ahoga y trata de alcanzar la superficie.
Una vez admitido que el surf sirve exclusivamente para la metáfora referida en el título, lo que queda con respecto al concepto de giro argumental es un relato de suspense que se pretende sorpresivo de cara a su pirueta final, y de la que nadie hablará por constituir materia reservada de spoiler. Simplemente indicaré, sin desvelar nada vital, que la investigación a raíz del hallazgo de un carrete de fotografías durante la reforma de la casa de los padres, relacionadas con la desaparición de un amigo de la infancia, conduce a un caso de tráfico de órganos.
Coincido con quienes comparan la intriga de «Tres-60» con la de cualquier novela de Enid Blyton, porque todo es blanco y no hay tensión alguna. Las indagaciones se limitan a un recorrido turístico por nuestras ermitas costeras y los improvisados detectives no se salen del ambiente familiar. Y el actor menor es el que está más convincente.