udate | George Pehlivanian, director de orquesta
«La `Consagración de la primavera' fue una obra rompedora »
George Pehlivanian es un director de orquesta franco-americano muy vinculado a la vida musical del Estado, donde lleva más de 20 años dirigiendo e impartiendo clases. Desde el 2006 está también vinculado a la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), que llega esta tarde al Kursaal en el marco de la Quincena Musical.
Mikel CHAMIZO | DONOSTIA
No es la primera vez que la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE) pasa por la Quincena Musical. Pero esta tarde sus jóvenes músicos se enfrentarán a una de las creaciones más imponentes del repertorio sinfónico, «La consagración de la primavera» de Igor Stravinsky, cuyo estreno en París, hace exactamente 100 años, ha pasado a los anales de la historia por la violenta reacción que suscitó en el público
¿Por qué fue tan revolucionaria «La consagración de la primavera»?
La «Consagración» fue rompedora en muchos aspectos. Si hoy nos sigue pareciendo una obra extrema, puedes imaginar cómo la recibió el público hace 100 años. Sobre todo es novedosa por su uso del ritmo, en el mundo de la danza no había precedentes de una partitura con semejante complejidad rítmica, que transmite una agresividad primitiva. También su orquestación es muy especial. Nunca antes se había hecho un uso tan violento del sonido de la orquesta, con tanta percusión y empleada de forma tan explosiva. Y hay usos muy extraños de los instrumentos, como el célebre solo de fagot del inicio, tan agudo que es casi irreconocible que sea un fagot. Es una partitura genial pero enormemente densa, para la que se han llegado a utilizar hasta 113 músicos. Nosotros tendremos 109.
La «Consagración» se ha interpretado y grabado infinitas veces. ¿Cómo aborda usted este tótem sinfónico del que existen tantos referentes?
Antes de comenzar a dirigirla yo tuve la suerte de tocar la «Consagración» como violinista, con directores tan famosos como Lorin Maazel o Pierre Boulez. Este último, con quien luego estudié dirección, ha sido mi mayor influencia en la «Consagración». De hecho, esta obra es la única obra que dirijo sin batuta por influencia directa de Boulez. Él me pasó una tradición tan fuerte que me siento un poco responsable de transmitirla al público y a los futuros directores.
¿Cómo es esa tradición?
Consiste en recordar siempre que la de la «Consagración» es música para ballet y que todos sonidos van vinculados a movimientos de personas. Así lo concibió Stravinsky y me parece un gran error abordarla como si fuera un poema sinfónico, que se hace a menudo. En mi cabeza están todo el tiempo presentes las bailarinas que lo estrenaron hace 100 años, con esos movimientos circulares y obsesivos -la coreografía original de Nijinsky fue reconstruída y se pudo ver en Quincena Musical hace unos años-. El otro secreto para una buena «Consagración» consiste en respetar las indicaciones de tempo originales de Stravinsky. En la obra hay partes muy lentas que normalmente los directores no respetan, las hacen más rápido de lo debido. Se hace así porque tocar tan lento es muy difícil para los músicos de viento, no les llega la respiración. Hace falta una orquesta muy buena para poder tocar la «Consagración» tal y como la concibió Stravinsky. Afortunadamente la JONDE puede hacerlo, pues aunque esté formada por jóvenes se trata de los mejores del Estado.
¿Cómo prepara esta obra con músicos tan jóvenes?
La «Consagración» tiene el handicap de ser una obra de gran desgaste físico. Presenta unas dificultades técnicas, físicas y mentales que la hacen muy difícil de tocar perfectamente en concierto.
Sobre todo el ritmo es tan complicado que a menudo resulta contra natura. Así que yo someto a los jóvenes a un entrenamiento de resistencia, que no es algo que se suela hacer con Beethoven o Brahms. Hemos entrenado a diario en los ensayos, repitiendo infinidad de veces los pasajes más complejos hasta que salieran de forma natural. El objetivo era que lleguen al final de la obra al 100% de concentración, que no se desinflen en los 10 últimos minutos, que es algo que suele ocurrirles con esta obra incluso a las orquestas profesionales.
En contraste con «La consagración de la primavera», la JONDE abordará una obra contemporánea al ballet de Stravinsky pero muy distinta en carácter. Se trata de «El amor brujo», una gitanería que Falla escribió para la mítica bailaora Pastora Imperio en 1915 y que adaptó como ballet en 1925. Pehlivanian, que lleva 20 años muy vinculado a la vida musical del Estado español, conoce muy bien esta creación inspirada en leyendas populares andaluzas, que toma prestados los ritmos y evoca los instrumentos de aquella región. «El lenguaje de Falla es totalmente diferente al de Stravinsky», explica el director franco-americano. «Falla estudió en París y en su forma de tratar la orquesta se detecta la ligereza y transparencia que era del gusto de los compositores franceses, pero combinada con un lirismo muy directo y enérgico, típicamente español».
Un interés añadido en la versión que se escuchará hoy en Donostia es que las partes cantadas de «El amor brujo», como la famosa «Canción del fuego fatuo», lo estarán en la voz de una cantaora flamenca, Carmen Linares. «Esto nos dará una plus de autenticidad», opina Pehlivanian.
M.C.