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udate | Carlos GIL, Analista cultural

Antología

 

Una pregunta puede cuestionar un tratado. Lo mismo que una mosca puede arruinar un solo de violín. Una mirada puede derretir todo el hielo del objetivo de una cámara. Un piedra en el zapato hizo la creación de un personaje legendario que en la historia de la actuación se perpetúa como un axioma incuestionable: el dolor en escena no se siente. Se soporta. Lo mismo que se detecta el vacío cuando en la platea sus habitantes temporales o están pintados o de cuerpo presente para la foto final.

Hagamos una pequeña antología de los lugares comunes en los que la cultura de representación se convierte en una retahíla de ocurrencias, chistes malos, leyendas de cordel en donde reina la chismografía. Un rumor enciende las redes y al poco un arribista escribe un libro sobre la influencia de la doctrina marxista en la danza posmoderna vasca. La ausencia de probabilidad del supuesto recurso empírico no nos debe colocar en lo azaroso, la inspiración y el don metafísico como argumento curricular. La ciencia se estructura con conceptos filosóficos que acaban siendo demostrados por la experimentación, siempre de manera provisional.

La inspiración es un linimento que ayuda a rebajar la tensión de la repetición. Pero no suple al trabajo estructurado, metódico, el ensayo para lograr la excelencia de cada pieza. No la total, ese imposible sobre el que se ceban todos los fanatismos. Yo he comido rabos de pasas para mejorar la memoria y aprender con celeridad un texto mal escrito para la escena. Lo decía Brecht, los males de la cocina se solucionan en el mercado de abastos. Una madrugada en Mérida, José Tamayo se despertó, vio el sol y exclamó: «Ese foco, apagarlo».

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