sagrienta operación policial en egipto
Decretado el estado de emegencia tras la macsacre de partidarios de Morsi
Se cumplieron las amenazas de las autoridades instaladas en Egipto por el todopoderoso Ejército tras el golpe de Estado del 3 de julio. El desalojo a sangre y fuego de las acampadas que mantenían los partidarios de Mohamed Morsi y los enfrentamientos posteriores por todo el país se saldaron con más de 200 muertos y la declaración del estado de emergencia, y se cobraron su primera víctima política, el vicepresidente Mohamed ElBaradei.
GARA | EL CAIRO
La situación explotó ayer en Egipto. El derramamiento de sangre que ha acompañado al violento desalojo de los partidarios del derrocado presidente islamista Mohamed Morsi, que permanecían atrincherados en dos plazas de El Cairo desde hace más de un mes reclamando la restitución del mandatario, ha vuelto a poner al país en un callejón sin salida. Y la adopción de medidas excepcionales como el toque de queda en catorce de las veintisiete provincias del país y el estado de emergencia durante un mes para «evitar el caos» no han hecho sino agravar la crisis política en la que está inmerso el país.
Los enfrentamientos tras el cerco y la irrupción de la Policía en las plazas Rabaa al-Adawiya y Nahda se extendieron rápidamente ayer por todo Egipto se saldaron con la muerte de al menos 278 personas -43 de ellas policías, según Interior- y 2.000 heridos, según el Gobierno, una cifra que los Hermanos Musulmanes elevaron a 2.200 muertos, la mayoría por disparos, y en torno a 10.000 heridos.
Además de en la plaza Rabaa al-Adawiya y sus inmediaciones, hubo muertos en las provincias de Baheira, Alejandría, Daqahiliya, Suez, Fayum y Luxor. Entre los fallecidos por disparos realizados desde una azotea en la citada plaza cairota figuran el veterano cámara de la cadena británica Sky News Mick Deane y la joven periodista egipcia de la publicación «Xpress» Habiba Ahmed Abdelaziz, hija del que fuera consejero de Morsi, Ahmed Abdelaziz.
La rabia se propagó rápidamente al conocerse el inicio de la operación policial y militar y los Hermanos Musulmanes instaron a sus simpatizantes a protestar, lo que convirtió las calles de distintas ciudades en campos de batalla ante la actuación de las fuerzas de seguridad, que impidieron que miles de personas pudieran acceder a las dos plazas sitiadas al tiempo que, con excavadoras y blindados, se empleaban a fondo para desalojarlas y provocaban el caos en todo Egipto.
Un caos que, según las autoridades nacidas del golpe de Estado del 3 de julio, pretenden evitar con el decreto del estado de emergencia en todo el país, durante un mes, y el toque de queda en El Cairo, Giza, Alejandría, Beheira, Minia, Beni Suef, Sohag, Asiut, Suez, Ismailiya, Fayum, Qena y las dos del Sinaí.
El estado de emergencia estuvo en vigor en Egipto con la excusa de la «lucha contra el terrorismo» desde 1981 hasta mayo de 2012.
Según las autoridades, los partidarios del derrocado presidente atacaron comisarías, edificios gubernamentales e iglesias. Activistas acusaron a los islamistas de haber iniciado una «guerra de represalia» contra los coptos, cuyo patriarca apoyó la decisión del Ejército de derrocar a Morsi, pero los Hermanos Musulmanes rechazaron su implicación. La televisión egipcia informó, además, de que los islamistas atacaron la Biblioteca de Alejandría.
Dimisión de ElBaradei
La primera víctima política de la brutal actuación de las fuerzas de seguridad fue el vicepresidente, Mohamed ElBaradei, líder de la oposición laica y firme defensor del golpe de Estado de julio, que ayer presentó su dimisión y provocó la primera grieta en el actual Gobierno.
En una carta dirigida al presidente, Adli Mansur, aseguró que «es difícil para mí continuar al frente de la responsabilidad de tomar decisiones con las que no estoy de acuerdo y de las que temo sus consecuencias». ElBaradei, en el cargo desde el pasado 14 de julio, dijo no ser capaz de asumir la responsabilidad de «una sola gota de sangre» por estar convencido de que la violencia era evitable. Acusó a los Hermanos Musulmanes de dividir al país, pero reconoció que, con el nuevo régimen, «hemos llegado a un estado de polarización más dura y el tejido social está amenazado porque la violencia no trae más que violencia».
El grupo Tamarrud, instigador de las protestas que acabaron en el golpe de Estado, consideró que su dimisión «en estos momentos históricos supone una huida de la responsabilidad». «Deseábamos que ELBaradei desempeñara su papel para aclarar la situación a la comunidad internacional», señaló el grupo en una nota.
Tras su dimisión, los rumores apuntaban a que el hombre fuerte del país, el jefe del Ejército y ministro de Defensa, Abdel Fattah al-Sissi, asumirá su puesto.
El Gobierno de Egipto, lejos de hacer autocrítica por las consecuencias de su estrategia contra los Hermanos Musulmanes, pidió a los seguidores de Morsi que «escuchen la voz de la razón» y acaben con la violencia, al tiempo que alabó a las fuerzas de seguridad egipcias por el «autocontrol» mostrado durante el desalojo de los campamentos.
Débil reacción internacional
Desde primeras horas del día se sucedieron las reacciones de la llamada comunidad internacional, destacando la condena y los llamamientos a la «contención» de todas las partes realizados EEUU y sus aliados -OTAN, Unión Europea y gobiernos europeos-, avalistas directos o indirectos del golpe de Estado, que olvidan que la mayoría de los muertos los han vuelto a poner los islamistas, a los que las urnas les otorgaron la legitimidad de dirigir el país. La Unión Africana, al igual que Marruecos, apeló al diálogo,
En parecidos términos se expresó el jeque de la prestigiosa institución suní de Al-Azar, con sede en El Cairo, Ahmed al-Tayeb, que instó a un diálogo «urgente y serio» para dar una salida a la crisis actual y destacó que «el uso de la violencia nunca será una alternativa a las soluciones políticas».
Incluso el partido Al-Nur, el mayor de la corriente salafista egipcia y eventual gran beneficiado de una hipotética ilegalización de los Hermanos Musulmanes de cara a las elecciones que deberían celebrarse el próximo año, hizo llamó a todas las fuerzas políticas para encontrar una solución pacífica a la crisis que vive Egipto «olvidando los intereses personales y políticos y destacando los de la religión, la patria y el pueblo».
Washington instó a levantar «cuanto antes» el estado de emergencia en Egipto y avanzar en el camino de la «transición democrática».
Turquía, por su parte, pidió a la ONU y a la Liga Árabe que intervengan para poner fin a la violenta intervención policial en Egipto, que calificó de «gran amenaza para la paz». También Irán, que advirtió sobre el riesgo de guerra civil, y Hamas denunciaron la masacre de islamistas.
Qatar, principal sostén de los Hermanos Musulmanes, condenó los métodos empleados contra manifestantes pacíficos.
El representante del Kremlin para los países africanos, el senador Mijail Marguelov, aseguró que la situación se parece a la de una guerra civil y es continuación directa de la Primavera Árabe.
El presidente tunecino, Moncef Marzuki, aseguró ayer que la violenta represión de las protestas islamistas de los seguidores de Mohamed Morsi en Egipto evidencia que las fuerzas políticas tunecinas deben dialogar para salir de la crisis política en el país.
Debido a la situación de seguridad, los bancos y la Bolsa egipcia no abrirán hoy sus puertas, mientras que algunos lugares turísticos como las Pirámides de Giza y el Museo Egipcio de El Cairo estuvieron cerrados durante toda la jornada de ayer por temor a la violencia.