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Maite Soroa | msoroa@gara.net

Tan cerca, tan lejos

Es curioso lo que está ocurriendo a cuenta del «caso Bárcenas», y cómo personas y medios tan cercanos en lo ideológico son capaces de ver la misma cosa de forma tan opuesta, en función de si son de la cuerda de Rajoy o de la contraria, la de Aznar, Aguirre y cía. El miércoles declaró en la Audiencia Nacional María Dolores de Cospedal, mano derecha del silente presidente, y ayer «La Razón» publicaba un editorial donde aseguraba que «La verdad se abre camino». Según el diario de Planeta, «tras la extensa testifical se pueden sacar dos conclusiones en absoluto contradictorias: que Luis Bárcenas gozaba de la lógica confianza de sus compañeros, e incluso en algunos casos de su amistad, tras dos décadas de trabajo como gerente y tesorero; y que se aprovechó de estas circunstancias para amasar una fortuna», es decir, que «se sirvió de la buena fe de muchos a los que había traicionado para su medro personal». Por tanto, todos los demás que le han acompañado en la dirección del PP durante décadas son inocentes y no sabían nada de nada. Por si no ha quedado claro: «esta es la verdad que, pese al ruido mediático y a la algarabía demagógica de una oposición sin rumbo aparente, acabará por abrirse paso en el campo de la Justicia». Seguro que sí.

Pues a servidora eso le parece una bola como una catedral, y lo mismo piensa, curiosamente, el ultra Emilio Campmany, quien en su columna de «Libertaddigital» afirma que «como muchos votantes del PP, estoy en trance de convertirme en personaje de bolero. Suplico lastimero que me mientan, que sigan haciéndolo una y otra vez asumiendo con melancolía que su fingida honradez es lo único que me queda para no caer en la desesperación». Vamos, que no se lo traga. No sin cierto sarcasmo, Campany alude a los colegas marianistas y apunta que «también los periodistas han de mentirme: aquí no hay más que una manzana podrida que ya ha sido apartada del cesto. En el resto no hay otra cosa que torpeza, ingenuidad, desidia, si se quiere, pero nada más». Es decir, que tampoco le convence el editorial de «La Razón». Y es que, como señala al principio, así es como se sienten las seguidoras y los seguidores de la derechona: «que me mientan unos y otros y que me den una razón para seguir votando y, en la medida de lo posible, cerrar el paso a la izquierda». Porque ¿a quién le importa la verdad mientras ganen los «nuestros?

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