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Anjel Ordóñez | Periodista

Mientras persista la imposición

Aunque Marijaia conduce ya a Aste Nagusia hacia el ecuador festivo con su característica firmeza jaranera, aún no se han apagado los ecos del clamoroso «Txupinera aurrera» que miles de gargantas gritaron el sábado en el inicio de una de las citas más relevantes del calendario estival vasco. Un acto que dejaba bien clara cuál es la respuesta unánime a los insidiosos intentos del PP por socavar los principales referentes populares de la fiesta bilbaina. De esta forma, la desbordante emoción del apoyo solidario a Jone Artola regalaba a todos una prueba incontestable de la excelente salud que disfruta el modelo festivo surgido en 1978 como réplica a décadas de represión implacable en todos los ámbitos. Incluido el festivo.

No puede negarse que, desde aquella primera Comisión de Fiestas hasta la fecha, Aste Nagusia ha cambiado mucho. No podía ser de otra manera. Los nuevos usos y formatos de la diversión han ido remodelando partes significativas de la fiesta, y ésta se ha ido adaptando a los requerimientos de una sociedad en permanente transformación, también en este espacio. Y si alrededor de esta evolución existen opiniones diversas, incluso discordantes en aspectos muy concretos no exentos de trascendencia, debe reconocerse una coincidencia de abrumador apoyo al modelo troncal de Aste Nagusia, a sus valores y a sus iconos.

Quienes peinamos canas, todavía recordamos aquella campaña lanzada hace ya muchos años desde el PNV utilizando la consigna «Jaietan jai». Su único objetivo era tratar de desmontar el potente esfuerzo de la izquierda abertzale por activar y aglutinar todos los ámbitos sociales en la defensa de los derechos nacionales de Euskal Herria. Intentaban explotar de forma partidista ese axioma de la desideologización y la desmovilización que sataniza cualquier roce político (ajeno al suyo, evidentemente) en espacios como la educación, el deporte, el trabajo, el euskara, las fiestas... Capítulos como el ahora protagonizado por Urquijo sirven para reactivar la defensa del ámbito festivo como espacio reivindicativo. Como decía más arriba, han pasado los años y las coordenadas han variado, pero la imposición persiste y la respuesta sigue siendo imprescindible: «Jaiak bai, borroka ere bai».

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