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Iñaki San Sebastian

Desempolvar la ilusión

A pesar de estar bien atrapados en el doble fenómeno del letargo y bullicio veraniego, la desilusión está siempre al acecho. Puntualmente, la catástrofe ferroviaria en Santiago supuso un auténtico bajón colectivo, paliado únicamente por las muestras de solidaridad de la buena gente. Si hablamos de microeconomía, es decir, la única economía que nos toca de cerca a la mayoría, la cosa está que arde. No merece la pena repetir, por conocidas, las calamidades que nos afectan, en mayor o menor medida. Y simultáneamente, los grotescos espectá- culos de hipocresía y corrupción, ofrecidos por toda clase de autoridades sean institucionales, políticas, económicas, religiosas, etc., parecen haberse instalado con vocación de perpetuidad.

Y, sin embargo, la vida sigue. Se ve que hay gente capaz de desempolvar la ilusión, incluso en los calamitosos escenarios de los que solo se libra, aparentemente al menos, la eterna minoría de listillos. Si que había ilusión, alegría y satisfacción, por ejemplo, entre quienes derrocharon solidaridad en Santiago. También la hay dentro de la mayoría de las familias en las que una ayuda mutua generosa está salvando muchas situaciones agónicas. Y entre quienes apoyan desinteresadamente a la diversidad de ONGs, plataformas de todo tipo, etc. que, en general, hacen un buen trabajo. ¿Por qué acabaremos siempre, sacando lo mejor de nosotros mismos ante las desgracias, sobre todo ajenas? ¿No podríamos actuar un poquito antes en las que, de un modo u otro, se pueden prevenir sin esperar a oír los lamentos? ¿ Se está haciendo todo lo posible, a todos los niveles, para acabar con la crisis económica de nuestros dolores? No puedo evitar el hacerme siempre la misma pregunta. ¿Cómo convencer, a las élites acaparadoras de dinero y poder, de las ventajas de frenar su ilimitada ambición individualista y acercarse al placer inigualable que brota de la solidaridad?. Yo les animaría a que no esperen a ver como se nos perfora la úlcera de estómago, al leer las cifras que perciben al año unos cuantos de ellos. Me cuesta entender qué se puede hacer con uno, dos, cinco y mas millones de euros al año, además de aparcar una buena parte en paraísos fiscales. ¿Qué nos lo cuenten, mesedez, por favor, please, a ver si logramos descifrar el enigma del vacío, o mejor, de la insustancialidad del ser, en medio de la abundancia del tener ? ¿Podría servirnos de guía la errática trayectoria de la familia real española, por poner un ejemplo?

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