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Guillermo Martorell | Criminólogo

Drogas y Estado

 

Que la ley crea delincuencia y víctimas es un hecho tan viejo como la humanidad. La apuesta del Presidente José Mujika de defender en las Naciones Unidas la legalización de la marihuana es un acto de valentía, racionalidad e inteligencia. A su vez implica una lucha contra la historia y los elementos, solo ante el peligro, el uruguayo se queda corto en sus reivindicaciones. Existen más sustancias al margen de los derivados cannábicos.a

Hace más de 150 años Sir Henry Pottinger intentó obtener en nombre del Gobierno británico la legalización del comercio del opio. Su argumentación era muy sencilla: «cuando el comercio el opio está prohibido por la ley, es inevitablemente sustituido por el fraude y la violencia». En los inicios de 1920, los políticos de los Estados Unidos de América estaban preocupados por el excesivo consumo de alcohol por parte de la ciudadanía. El Senador Volstead impulsó para acabar con el mismo, y a su vez terminar con la marginalidad que implicaba, el Volstead Act, popularmente conocido como la ley seca. El día de su aprobación dijo en un mensaje difundido por prensa y radio: «Los barrios bajos serán pronto cosa del pasado. Las cárceles y correccionales quedarán vacíos. Todos los hombres volverán a caminar erguidos, sonreirán todas las mujeres y reirán los niños. Se cerraron para siempre las puertas del infierno».

Doce años después los datos contradijeron sus augurios. Antonio Escohotado, en su Historia General de las Drogas, nos apunta que la norma había favorecido la creación de medio millón de delincuentes y una corrupción generalizada. El 34% de los Prohibitions Agents tenían notas desfavorables en sus expedientes, siendo un 11% culpables de extorsión, robo, falsificación de datos, hurto, tráfico y perjurio. Dos ministros fueron condenados por conexiones con bandas y por contrabando. A su vez 30.000 personas habían muerto por beber alcohol metílico, y unas 100.000 tenían lesiones permanentes como ceguera o parálisis.

El narcotráfico se constituye en nuestros días como uno de los negocios más rentables que existen en el planeta. Los beneficios mínimos -solo en dinero blanqueado- de la narco economía están estimados por el Fondo Monetario Internacional en torno a los 500.000 millones de dólares. El Programa de Naciones Unidas para el Control Internacional de las Drogas estima que el 90% «del pastel» va a los traficantes, el 6% a los campesinos y el 4% a los productores.

En noviembre de 1995, Paulina Castañón, cuñada del expresidente mexicano Raúl Salinas, fue detenida en el Banco Pictet de Ginebra. Las autoridades helvéticas bloquearon unos 100 millones de dólares. Algunos de ellos provenían de sobornos del narco Luis Mendrano, a cambio de la concesión de la administración de dos puertos en el país utilizados para el tráfico de estupefacientes destinados a Estados Unidos. El Estado español no es ajeno a estas alianzas. El cuartel de Intxaurrondo se convirtió en base logística indispensable para operaciones de tráfico cocaína. Desde un punto de vista criminológico, Rodríguez Galindo tenía un perfil similar al de Pablo Escobar, esto se debe a la fenomenología de sus acciones: tráfico de drogas, torturas y asesinatos. El «General» no es el único en su especie. En otra categoría podemos etiquetar a Luis Roldán. Este protagonizó una frenética escapada a un paraíso de la heroína como Laos, evidenciando un perfecto conocimiento del funcionamiento de las redes que en teoría debía perseguir. Nadie investigó en profundidad esta huida.

He hablado de la oferta y sus factores asociados. Al otro lado de este fenómeno se encuentran los consumidores de sustancias psicoactivas que tienen que realizar sus compras en un mercado que no garantiza, ni mucho menos, la calidad del producto. Entre los años 1991 y 2009, murieron al menos 990 personas en Araba, Bizkaia, Gipuzkoa y Nafarroa por reacción aguda al consumo de sustancias «ilegales», principalmente heroína y cocaína. Sus muertes han pasado desapercibidas para la clase política, que se llena la boca de moralina cuando grita contra la legalización. Son víctimas invi- sibles de las que nadie quiere hablar. En estos fallecimientos la adulteración o gran pureza de los psicoactivos en un factor precipitante fundamental. Los puntos de compra-venta de heroína y crack, por poner un ejemplo, son escenarios hostiles e inseguros, en los cuales existe a su vez una cultura machista extrema. Ser estafado, agredido, insultado, amenazado o coaccionado es un hecho normal y constante en esos escenarios. En Canarias, hace 10 años, pude realizar un estudio de los usuarios de estos mercados. Su tasa de victimización multiplicaba por 20 a la más alta de Europa. Más duro e impactante era el rol de la mujer adicta en estos espacios. El adicto es considerado un «yonki», las adictas son «putas» para los vendedores. Paradójico.

Hay un relato que nunca olvido. Ella tenía 25 años y llevaba ocho enganchada. Se buscaba la vida como podía para pagar su consumo, y un día pasó algo que muchas veces suele pasar: estaba sin un duro. Fue a su proveedor habitual y le imploró que le fiara medio gramo, que le pagaría como fuera. El camello también se dedicaba a las peleas ilegales de perros. La miró a la par que a uno de sus animales diciéndole: si quieres el medio gramo de jaco chúpasela al perro. Cuando fue a denunciar estos hechos a la Policía la culpabilizaron de lo que pasaba. Estas cosas suceden todos los días. Lo digo por si alguien no lo sabía.

Cuando los estados promulguen leyes que favorezcan la igualdad social y económica, la cultura y la educación, el eterno debate sobre el prohibicionismo dejará de existir. Fumarse un buen canuto escuchando a Lou Reed es tan legítimo como saborear un Ribera del Duero mientras suena Vivaldi. La peor droga que hay es la ignorancia.

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