ANÁLISIS | Campeonato del Mundo de Atletismo
Moscú no cree en las lágrimas
Miren SÁENZ | Periodista
Lo bueno del atletismo es que hay un evento para todo el mundo. Puedes ser gordo, flaco... No importa, hay un evento para ti, hay 35 diferentes, fondos vallas, jabalina, peso, velocistas. Eso es lo más atractivo de este deporte», recordaba la semana pasada el dominicano Felix Sánchez, doble campeón olímpico y mundial, que a sus casi 36 años resiste ante las vallas. Lo malo debe ser que no todo el mundo se ha enterado y la universalidad que se le supone al atletismo no le ayuda a subir sus audiencias.
El atletismo parece cada vez más limitado al protagonismo adquirido cada cuatro años como primer deporte olímpico, aunque desde la IAAF y las federaciones europeas insistan en mantener la frecuencia bianual de los Campeonatos del Mundo e incluso han establecido los Europeos cada dos años, cuando hasta 2010 eran cada cuatro.
Un verano convulso -marcado sobre todo por los escándalos de dopaje que afectaron a deportistas de varios países, y sobre todo a algunos de los atletas más destacados de los últimos tiempos, y una cadena de bajas por lesión- no eran precisamente la mejor carta de presentación para un Mundial.
Algo ha fallado en Moscú para que el Luzhniki, con capacidad para 78.000 espectadores, limitadas a 50.000 las plazas para este certamen, no haya conseguido llenar hasta los dos últimos días el viejo estadio Lenin. Y eso en una ciudad de 12 millones de habitantes, capital de un país con histórico peso en el atletismo y con una fuerte selección nacional que además ha ganado su Mundial.
Curioso y emocionante final de esta decimocuarta edición, que concluyó con triunfo local en el medallero por países. Rusia superó a Estados Unidos con menos medallas pero con un oro más, y Jamaica terminó empatada en títulos con un equipo USA que le triplica en número de participantes y en medios.
La velocidad es jamaicana. El sprint es 100% jamaicano, gracias a un gigante de 1,96 metros y una chica bajita de 1,52 que mandan en el 100 y en el 200 y fueron los autores de los dos tripletes más buscados. El de Usain Bolt entraba dentro de lo previsible, pero la pequeña y potente Shelly-Ann Fraser-Pryce ha acaparado el sector femenino completando su gran actuación individual con el relevo a las que llevó a firmar con 41.29 el segundo mejor crono de todos los tiempos. Humilde, como sus orígenes que no olvida, la vida se le ha vuelto rosa, como el color del que ha teñido su pelo.
Bolt, por su parte, amplía su leyenda y de paso su cuenta corriente. El astro de Trelawny ha igualado las diez medallas mundiales de Carl Lewis, pero le supera en la calidad de una chapa y ya tiene ocho oros como también Michael Johnson y Allyson Felix -la californiana, una de las gafes en Moscú tras lesionarse en la final de 200 cuando pretendía cazar el noveno-.
Teniendo en cuenta que Bolt casi siempre está bien dentro y fuera de la pista, al atletismo le conviene que siga haciendo el arquero y prolongando sus shows. Es detallista, se despidió de Moscú bailando kasachov, es muy profesional y multimillonario. Puma, su firma deportiva de siempre, le paga 9 millones por temporada, genera el doble y ocupa el puesto 40 en la lista Forbes. Los éxitos elevan su cotización. Los 250.000 dólares que cobraba por carrera pueden pasar a 300.000 en unos días, según apuntaba ayer Efe citando a representantes de atletas internacionales como fuente de la información. Más de la mitad del presupuesto es para pagar el caché de la estrella, otros a verlas venir, pero esto ni es nuevo, ni es patrimonio del atletismo. Por cierto, que el Relámpago tiene previsto correr en Zurich y en Bruselas, las dos últimas reuniones de la Diamond League.
Grandes saltos y gran fondo. Pero, como apuntamos en la presentación, hay vida alrededor de Bolt. El doblete de Mo Farah (5.000-10.000), no por esperado menos fabuloso, le pone tras Kenenisa Bekele, que ejecutó como el inglés el mismo doblete en Juegos y Mundial. Los récords del etíope pueden servir de motivación a Mo en un sector de dominio africano con Kenia y Etiopía al frente.
La competición además ha empezado a situar a las probables próximas estrellas y en algunos casos en disciplinas estancadas. En lo deportivo ha salido un buen campeonato y muy esperanzador por nombres que han salido a escena. La nigeriana Okagbare, plata en longitud y bronce en 200 metros, o las estadounidenses Gardner, en velocidad, y Mary Cain, en medio fondo, que con 17 años no se ha llevado nada pero apunta.
Bohdan Bondarenko, con sus 2,41 metros y el asalto al viejo récord de Sotomayor (2,45), ha resucitado el salto de altura. El ucraniano repitió su actuación del mitin de Lausana, pero en Moscú tuvo la inestimable colaboración del qatarí Barshim y el canadiense Drouin, ambos en 2,38, y del ruso Ukhov, con cuatro hombres por encima de los 2,35 a la primera. Nunca se había saltado tanto en un campeonato. Las buenas noticias continúan en la arena, gracias a Teddy Tamgho, que de la mano del legendario Iván Pedroso se ha convertido en el tercer triplista que supera los 18 metros (18,04) 17 años después de que Harrison ganara la final de los Juegos de Atlanta con 18,09. El saltador francés, recordman en pista cubierta, está de vuelta quien sabe si para amenazar el récord de Jonathan Edwards (18,29).
Enorme y desafortunada. También los saltos, este con pértiga, proporcionaron un momento genial y emotivo de Yelena Isinbayeva. La multicampeona de Volgogrado recuperó el crédito de una disciplina que ella ha hecho grande logrando su tercer oro mundial, el más emotivo y celebrado, en su despedida de los grandes campeonatos. A los 31 años se va para ser madre, aunque ha dejado la puerta abierta por si decide regresar. Días después la zarina criticaba a la saltadora sueca Emma Green, que con sus uñas arco iris reivindicaba la igualdad de derechos de los homosexuales que desde los círculos de poder se persigue en Rusia. Unas declaraciones desafortunadas que luego la siberiana quiso matizar.
Sin vascos. Por primera vez en mucho tiempo no hubo participación vasca en Moscú. Recordando los últimos certámenes, a Sevilla'99 viajaron siete atletas vascos, cifra que casi se rebajó a la mitad en Edmonton'2001 con cuatro. A París'2003 llegaron tres. En Helsinki'05 estuvieron seis, en Osaka'07 compitieron cuatro y a Berlín'09 fueron dos. El próximo verano, la meta de algunos de los atletas de Euskal Herria es el Europeo de Zúrich'2014. Con la crisis acechando sin piedad, con el copago amenazando a los federados de élite y con algunos de los habituales viviendo sus últimas temporadas, parece complicado.
«Moscú no cree en la lágrimas» es el título de una película soviética rodada en 1979 que, aunque no tiene que ver con el atletismo, en su sinopsis recoge que es un canto al esfuerzo personal, y eso sí tiene que ver con las carreras, los saltos y los lanzamientos. Además de con la puesta en escena, porque durante 10 días la competición se traduce en sonrisas y lágrimas. Quizás, los organizadores del próximo Mundial de Beijing en 2015 sí crean en ellas.