El Granada dice que ha sido «uno de los mejores profesionales» que ha pasado por el vestuario nazarí
El sueño de Mikel se hace realidad
El centrocampista de Arrigorriaga retorna a Euskal Herria diez años después para firmar por los leones por tres temporadas.
Joseba VIVANCO
Alrededor de una veintena de familiares arroparon ayer a Mikel Rico en su presentación de corto en Lezama. Porque para el de Arrigorriaga la familia es muy importante. Lo más importante. En su cuerpo lleva tatuados los nombres de su aita y ama, el de su mujer Maika y el de su hermana -el espejo en el que se mira como persona-; le queda uno, el de su bebé Xabi -en honor a su mejor amigo de su Arrigorriaga natal-, pero ese tendrá que esperar: se tatuará su nombre como el crío lo escriba por primera vez.
`Richi', como le apodaban en el barrio, ha cumplido su sueño. Jugar en el Athletic. A sus 28 años bien currados, una década fuera de Euskal Herria, de Cuenca para Ejido, de allí para Huesca, luego a Granada... No extraña que cuando le preguntan por su futuro tras el fútbol responda que será su compañera, natural de la capital oscense, la que decida dónde asentarse. Se conocieron durante su estancia en el equipo aragonés, le acompañó a la ciudad nazarí, tuvieron un hijo y le pidió matrimonio en un restaurante, solo para ellos dos, en torno a una mesa con velas, pétalos de rosa y fotos de ambos. «¿Romántico? Eso se lo tendrás que preguntar a ella», contestaba en una entrevista a la televisión del club granadino.
Serio, directo en sus respuestas como evidenció en su presentación ayer, recto, con las cosas claras. «Tengo un carácter complicado» reconoce, salpicado por «un humor negro» que no le impide bañarse con un trikini para cumplir la promesa hecha si su Granada ascendía.
«Ha sido sin duda uno de los mejores profesionales que ha pasado por el vestuario nazarí demostrando en todo momento implicación y compromiso. Para la afición ha llegado a convertirse en una referencia clara, en un icono del equipo y en el modelo de jugador que toda grada desea», se despidió de él ayer la entidad andaluza, lo que revela la profesionalidad y personalidad de Mikel Rico, más allá de sus cualidades futbolísticas. «A mí nadie podrá echarme en cara nunca nada sobre mi implicación o esfuerzo», se ha defendido en alguna ocasión.
Futbolista por su padre
Así es Mikel, el mismo que lo primero que hizo tras el ascenso con el Granada fue llamar a su mujer desde el vestuario para solo llorar a través del hilo telefónico. Aquel chaval más que travieso -«una guindilla de las picantes», se autodefine-, que aprobaba sin estudiar, todo el día pegado a un balón, que empezó en los benjamines del Danok Bat y que siendo juvenil Mendibilibar le hizo debutar con el Basconia en Tercera, se lo ha currado y de qué manera para llegar hoy al Athletic. Al Conquense de Segunda B se fue con apenas 18 años y al mes llamó a casa llorando. Se quería volver. Su aita le dijo que aguantara otro mes y si seguía pensando igual, él mismo iría a buscarle. Pasó el mes y Mikel se quedó. «Soy futbolista gracias a mi padre», repite una y otra vez.
Ha recorrido todos los escalafones del fútbol antes de debutar en Primera División, incluidos ocho meses sin cobrar en el Poli Ejido, donde el dinero le llegaba para comer, pero no para pagar el alquiler. «Otros estaban peor, tenían hijos y entre todos ayudábamos», cuenta.
Es un currante del fútbol. Su aspecto de maratoniano, enjuto, de facciones huesudas, acumula kilómetros y kilómetros en sus piernas. Ha sido el jugador que más partidos ha disputado con el Granada en cada una de las tres temporadas en las que ha estado en Los Cármenes; los dos últimos años, más de 3.000 minutos jugados cada uno. Y sin apenas lesiones. Quién sabe, quizá el secreto esté en su costumbre de no desayunar antes de entrenar, aunque en los últimos meses ha roto ese ritual.
Un portento físico que le posibilita un enorme despliegue sobre el campo. Sacrificado y solidario, otra de sus virtudes, o a veces no tanto, es su sinceridad. «Siempre hay un lado positivo», sería su lema para la vida.
Sus primeros ídolos fueron Luis Enrique y Julen Guerrero; hoy, Xavi Hernández. Le hubiera gustado ser entrenado por el malogrado Manolo Preciado, aunque si hay un tipo al que le gustaría conocer en persona ese es Valentino Rossi. Su vicio más confesable, el cine: sus actores favoritos, Denzel Washington y Will Smith; su intérprete femenina, Helen Hunt. ``Slumdog Millionaire'' es su película fetiche. El séptimo arte... y los coches clásicos. Está enamorado de ellos. Su otro sueño, además de jugar en el Athletic, un Chevrolet Corvette del 73. En él se motivaría antes de los partidos haciendo sonar a volumen ``Badlands'', de Bruce Springsteen, aunque su músico preferido sea el bilbaino Fito Cabrales.
Lucirá el número `17'
Cine, coches, música, ``El Psicoanalista'', un thriller psicológico y la novela más exitosa de John Katzenbach es su libro de cabecera. Y si no, pues juega al tenis o al pádel, o se dedica a cabilar sus buenas alineaciones en el Comunio. En el Granada portaba el `14' a la espalda; en adelante lo hará con el `17', el de Iñigo Pérez -«le llamé para comentárselo y, conociendo a Iñigo, no puso pega», deslizó ayer.
Nunca lleva reloj, pero Mikel sabe que le ha llegado su hora. Ficha hasta 2016. En la nevera de su casa granadina tiene pegados todos sus retos. Ayer, retiró uno de ellos, uno de los más importantes, si no el que más. Como entona Fito, «siempre estoy soñando», Mikel Rico, aquella «guindilla de las picantes», aquel chaval que llamó a su aita desde Cuenca para volverse a casa, ha dejado de soñar. El sueño se ha hecho realidad.
Serio, directo y escueto en sus respuestas. «Orgulloso de ser nuevo jugador del Athletic y vestir esta camiseta», fueron sus únicas palabras de presentación tras darle la palabra el presidente Josu Urrutia. «...Y esperemos llevarnos bien», dejó escapar ese humor negro suyo. «La espera ha merecido la pena», justificó la tardanza en formalizarse su fichaje, que el Athletic ha demorado hasta que Granada y Huesca no hubieran resuelto sus acuerdos económicos sobre el jugador. Llega para «aportar trabajo y a raíz de ahí las virtudes de cada uno salen». Llega «con ganas de empezar», sabedor de la competencia que hay en la medular rojiblanca, que ve como un aliciente. «La competencia es buena en todos los equipos. Siempre hace mejor al que tienes al lado», argumentó. Con su llegada a Bilbo cumple un sueño. Lo tiene claro: «Todo vizcaino al que le gusta el fútbol sueña con vestir la camiseta del Athletic», sentenció. Llega con ilusión y metas. «Se ha hecho una buena plantilla. Con los objetivos hay que ser ambiciosos», enfatizó. J.V.