El «Guernica» de los sirios se queda en Kurdistán
Mientras Naciones Unidas habla de más de 100.000 muertos en la guerra de Siria, el pintor kurdo Zuhair Hassib lucha porque su memoria no desaparezca.
Karlos ZURUTUZA | SULEYMANIA
Sobre un lienzo, unas siluetas negras y rojas acechan a unos niños a punto de ser masacrados. Zuhair Hassib, uno de los pintores más reconocidos de Oriente Medio, está convencido de que la belleza es el mejor instrumento para transmitir el dolor.
Parte de la obra de Hassib se puede visitar desde el pasado 20 de junio en la principal galería de arte de Suleymania (Kurdistán Sur). Son una veintena de cuadros en los que la mujer, y una «sinfonía de ocho colores puros» parecen ser dos de los hilos conductores. Pero una de las obras se desmarca.
«Corrí al estudio a pintarlo cuando vi las imágenes del terrible asedio de Homs. No podía dejar de llorar pensando en aquellos niños mientras emborronaba el lienzo en rojo», recuerda el artista junto a la que es ya su obra más emblemática.
El 25 de mayo de 2012, más de un centenar de civiles fueron asesinados en el distrito de mayoría suní de Houla, al norte de Homs. Investigadores de Naciones Unidas certificaron que, si bien una pequeña proporción de los cadáveres mostraba signos de haber caído por la artillería y los constantes bombardeos, la mayoría de ellos fueron degollados tras haber sido supuestamente capturados y maniatados por milicias leales a Assad. 49 eran niños. Hassib trabaja para que su recuerdo sobreviva a las generaciones venideras.
«No soy ni periodista ni documentalista por lo que esta es mi manera de reivindicar la memoria de estos niños inocentes», apunta el artista. La belleza, añade, «nos ayuda a ser capaces de afrontar el sufrimiento y poder digerirlo». Hassib ilustra su idea con un conocido precedente.
«Picasso pintó su `Guernica' en blanco y negro y no aparece un solo avión pero su obra plasmará fielmente el horror de la guerra durante los siglos venideros».
Por el momento, más de dos años de guerra civil en Siria se han cobrado la vida de 100.000 personas, según cifras aportadas por Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, el pasado mes de julio.
Llenando el vacío
Si «Niños de Houla» da fe de uno de los episodios más dramáticos de la guerra civil siria, el resto de su obra aporta claves sobre el origen del autor y su posterior evolución. Estampas tradicionales del mundo rural sirio se funden en imágenes oníricas y surrealistas; pavos reales, peces y flores son arrastrados por un torbellino de color que contrasta con el rostro sereno e imperturbable de la mujer kurda, casi siempre presente en su obra.
«Nací en 1960 en Hassaka (Kurdistán Oeste), en el seno de una familia kurda y campesina. Ni siquiera poseíamos tierras, pero cuando cumplí los dos años el Gobierno nos despojó de lo poco que teníamos: nuestro pasaporte».
Tras el golpe de Estado de 1963, el Baaz (Partido del Renacimiento Árabe y Socialista) puso en marcha una agresiva campaña de asimilación sobre los kurdos de Siria, la principal minoría del país. Se prohibió tanto el uso de su lengua como el de cualquier manifestación cultural; se expropiaron tierras para recolocar a familias árabes y se privó a cientos de miles de kurdos de documentación. A esta casta de indocumentados, de «parias entre los parias» se les conoce como maktum, «nada» en lengua árabe.
«yo quería ser profesor»
«En 1981 llegué a Damasco para cursar estudios superiores. Ver la ciudad por primera vez me causó una profunda impresión. Mis imágenes hasta entonces estaban relacionadas con mi aldea natal, la cual idealizaba aún más debido a la distancia», recuerda Hassib, quien se graduaría con honores en la Escuela de Bellas Artes en 1985. En cualquier caso, su carrera distaba aún mucho de estar encauzada.
«Yo quería ser profesor pero como era kurdo el régimen no me permitía continuar con mis estudios; ni siquiera podía alojarme en un hotel al no tener pasaporte», apunta el autor. «Hafez Assad -padre de Bashar Assad, actual presidente de Siria- quería que todos los kurdos fuéramos limpiabotas o friegaplatos. Muy pocos en Siria obtienen estudios superiores».
Hassib se refugió en el arte y su obra empezaba a ser conocida tanto dentro como fuera de Siria. Dada su condición de artista, su vida transcurría «algo mejor que la de la mayoría de los kurdos del país». Pero la guerra también acabó llamando a la puerta de su galería en Damasco.
«Estamos atrapados entre un Gobierno que ha sido siempre beligerante con nosotros y aquellos que pretenden matarnos en el nombre de dios», espeta Hassib sin ocultar su angustia.
Desde el comienzo de la revolución en marzo de 2011, los kurdos del país han optado por una «tercera» vía -ni con Assad ni con la oposición árabe-. En julio de 2012 consiguieron hacerse con el control de las zonas donde son compactos, al norte y noroeste del país.
Sin embargo, su neutralidad original pasa por constantes enfrentamientos con ambos bandos. Los más encarnizados se vienen librando desde mediados del pasado julio, con grupos afines a Al Qaeda supuestamente apoyados por Turquía.
«Los kurdos de Siria y, en realidad, de todo Oriente Medio llevamos un siglo luchando por nuestra mera supervivencia. Mi arte habla de paz, pero lo cierto es que toda la región sigue sin poder despertarse de una pesadilla», lamenta el artista.
Como la mayoría de los sirios, Hassib no se atreve a lanzar un pronóstico sobre el desenlace del sangriento conflicto sirio. Sin embargo, parece tener unas pistas para el futuro a largo plazo.
«Lenin, Stalin... acumularon mucho poder durante unos años pero ya nadie se acuerda de ellos. Tolstoi, Pushkin... esos son los rusos que recordaremos siempre porque había arte en ellos. Las ideas mueren pero siempre sobrevive el hombre que busca la belleza de la justicia».