golpe de estado en egipto
Repliegue islamista sin abandonar la calle
«No se puede acabar con las pirámides. No pueden terminar con nosotros». Así explican los Hermanos Musulmanes la persecución a la que están siendo sometidos por el Gobierno golpista. Tras las masacres, la Cofradía se repliega a las mezquitas sin abandonar la calle, donde ya no busca el choque. Con sus líderes en prisión, confía en su capacidad de reconstruirse para hacer frente a una etapa que, pese a sus expectativas, parece que se alargará en el tiempo.
Alberto PRADILLA | EL CAIRO
Los Hermanos Musulmanes no podemos controlar a todos. ¿De dónde es Al-Zawahiri (en referencia al líder de Al Qaeda)? ¿Cuántos como él pueden surgir? Occidente debería de hacer algo por sí mismo. Porque quien pagará la factura serán ellos. ¿Quién va a creer ahora en su democracia?». El que habla es Ahmed, nombre ficticio para un cuadro de los Hermanos Musulmanes que acepta ser entrevistado a cambio de no revelar su identidad ni el lugar de El Cairo donde se realiza el encuentro. Como él, muchos de los miembros de la Cofradía han tenido que refugiarse en la semiclandestinidad en las últimas semanas. Primero, con el golpe de Estado de Abdul Fatah Al-Sissi. Después, con la masacre de la acampada en Rabaa al-Adawiya y la peresecución desatada contra los líderes islamistas. En menos de un mes, la Hermandad religiosa fundada en 1928 por Hassan al-Banna ha pasado de controlar el Gobierno egipcio e imponerse en las seis elecciones celebradas desde la caída de Hosni Mubarak a sufrir el mayor hostigamiento desde tiempos del dictador. Pese a las previsiones que auguraban una guerra civil, las opciones del peor de los escenarios posibles van desvaneciéndose. Especialmente, después del drástico cambio de estrategia del grupo liderado ahora por Mahmud Ezzat: de la confrontación abierta han pasado a un repliegue táctico y aseguran tener fuerza para mantener un pulso en la calle. No obstante, líderes como Ahmed también avisan de que, como ocurrió en otros tiempos, también podrían surgir escisiones que recurran a la acción directa. Aunque estas opiniones, por el momento, son minoritarias.
«No podemos controlar a todo el mundo pero estoy seguro que los métodos serán pacíficos. El éxito está en que no haya violencia», insiste Amr, un médico que participaba ayer mismo en la protesta diaria de las 16.00 horas en Game'et el Duwal el Arabya, en el área de Mohandeseen, en Giza. Estas marchas forman parte del cambio de estrategia, aplicada con su característica disciplina: ya no se busca el cara a cara con los militares ni grandes concentraciones, sino que se realizan manifestaciones descentralizadas que cada día cambian de lugar para evitar los omipresentes tanques. «Nos estaban matando, no volveremos a lugares cerrados donde puedan dispararnos tan fácilmente», añade Kadija Nasreldin, radióloga de 25 años que rompe a llorar cuando recuerda los tiempos de Rabaa al-Adawiya. Aquella mezquita que mantuvo la concentración antigolpe durante más de 50 días y sus alrededores todavía no ha recuperado la nor- malidad. El templo sigue completamente calcinado y los uniformados que lo custodian no permiten pasar al interior. Alrededor, barreras del Ejército cortan las vías de acceso. Una de las primeras tareas de los operarios fue la de eliminar las pintadas de apoyo a Morsi a brochazos. No se trataba de limpiar, sino de no dejar rastro. «Ahora, diferentes grupos nos manifestamos en nuestro propio entorno. Que vean que no llevamos armas. Que somos pacíficos», insistía Nasreldin, cuyo padre ya estuvo en prisión hace diez años acusado de ser miembro de la Hermandad. Como ejemplo, la concentración de ayer. Cientos de personas exhibían la imagen de cuatro dedos símbolo de la matanza. Muchos de los vehículos que pasaban exhibían su apoyo. A unos cien metros, una patrulla de andisturbios se preparaba para actuar. Para cuando habían cargado el gas la marcha ya se había disuelto. Hoy celebrarán otra. Y así tienen previsto seguir «hasta que se restituya al presidente». Para este viernes ya se anuncian nuevas marchas de la «Alianza anti golpe», que ha unido a diversos grupos mayoritariamente islamistas.
Ataques contra la red social
«La represión no supone un problema. Tenemos mucha gente preparada para asumir responsabilidades», insiste Mohamed Nasr, que se resiste a reconocerse como miembro de la Cofradía hasta que la primera persona del plural termina delatándole. La consigna es clara: no es la primera vez que su organización es descabezada y siempre ha salido a flote. La posibilidad de que Mohamed Badia sea condenado a muerte ni siquiera la barajan («el coste sería muy alto para el Gobierno»). Además, creen que cuanto más tiempo permanece en prisión, Mohamed Morsi gana peso como símbolo. Una visión no exenta de voluntarismo, pero que también parte de la experiencia. Han pasado más tiempo ocultándose que en la arena pública. No en vano, su estrategia desde los 70 se ha basado en promover servicios educativos o médicos a una población olvidada por el Estado. Es ahí donde se han hecho fuertes. «Comprendimos que era más fácil islamizar a la sociedad y que fuese la población quien demandase un Estado islámico», explica Ahmed.
Esas redes también han sido objetivo de las redadas golpistas. «Están cerrando colegios y empresas. Perjudican a muchas familias», asegura este líder islamista, que se esconde a diario para no ser arrestado. Ese es uno de los problemas para regresar a la mezquita. Hace dos años y medio, reforzados por el apoyo electoral, dieron la cara. No obstante, sus redes siguen funcionando. Y siempre les ha ido mejor trabajar en la calle. Incluso en su página web preguntan si deberían de presentarse en el poco probable caso de que hubiese urnas. Pese a ello, muchos no están dispuestos a regresar «a los tiempos de Mubarak». Y estos no están tan lejos.
La jornada de ayer tenía mucho de simbólica. En dos cortes diferentes, pero al mismo tiempo, comenzaban dos juicios que representan la evolución egipcia. Por una parte, en la Academia de Policía de El Cairo, se celebró la primera vista de la causa contra Hosni Mubarak, quien recientemente cambió la cárcel de Tora por el hospital militar de Maadi. Está acusado de ordenar el asesinato de manifestantes durante las protestas de enero de 2011 dentro de un proceso por el que ya fue condenado a cadena perpetua. Finalmente, el juez estimó su recurso, por lo que el juicio tendrá que ser repetido. Por la otra, en la Corte Suprema, Mohamed Badia y otros líderes de los Hermanos Musulmanes afrontaban, ellos desde la cárcel, el inicio de un juicio que podría suponerles la pena de muerte. Se les acusa de instigar a la violencia durante los días posteriores al golpe de Estado. Finalmente, ambas vistas concluyeron con el aplazamiento de los procesos.
Los líderes islamistas volverán al banquillo el próximo 29 de octubre después de una primera sesión en la que ni siquiera estuvieron presentes, ya que se encuentran encarcelados. Fuentes islamistas denunciaron a GARA el trato sufrido por Badia, de 70 años, quien habría sido golpeado en prisión.
Mubarak, quien está acusado junto a dos de sus hijos y a su antiguo ministro del Interior, también vio aplazado su juicio, en este caso hasta el próximo 14 de setiembre, para poder analizar el nuevo paquete de pruebas presentado este domingo por la Fiscalía. Su abogado instó a retrasar las sesiones al menos seis meses ya que, según argumenta, existen más de 55.000 folios que deben de analizarse. A.P.
8.000
es el balance aproximado que los Hermanos Musulmanes realizan de las últimas semanas. Diariamente se producen más arrestos.
«Rechazamos la ayuda americana y que cualquier país interfiera en Egipto. No necesitamos que nadie nos diga lo que tenemos que hacer». Karim Ateif es el responsable de la campaña «Against American Aid (contra la ayuda americana)», que recientemente se ha puesto en marcha en Egipto. La llevan a cabo jóvenes partidarios del golpe de Estado y entre sus promotores se encuentra Tamarrod, el grupo que puso en marcha las protestas que abrieron el camino a la asonada. La dinámica trata de responder a las palabras de Barack Obama, presidente estadounidense, que nunca ha calificado como «golpe» a la asonada pero que recientemente mostró reticencias hacia la represión contra los Hermanos Musulmanes. «EEUU tiene miedo de que nos acerquemos a Rusia y a otras potencias», afirmaba Ateif. «La financiación militar es muy escasa comparada con todo lo que llega al país, necesitamos un Ejército fuerte, pagado entre todos los egipcios», argumentaba, rehuyendo la pregunta sobre los fondos norteamericanos que nutren las arcas de los uniformados. En la batalla por la legitimidad, tanto los golpistas como los partidarios de Mohamed Morsi culpan a Occidente de haberse posicionado con su rival. Y este, en realidad, tampoco se ha movido. A.P.