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iker casanova alonso | escritor

Táctica e identidad

Si tuviera que definir el estado de ánimo de los militantes y simpatizantes de la izquierda abertzale ante el momento político diría que hay dos sensaciones dominantes. En el plano negativo, existe un justificado malestar ante el bloqueo impuesto por el Estado en el ámbito de la resolución del conflicto, que obliga a buscar nuevas dinámicas que desatasquen el proceso. Por otro lado, es evidente una satisfacción profunda por el notorio auge social y electoral del independentismo de izquierda.

Pero hay también un sentimiento más difuso, que nos afecta a todas en diferente medida, y es un cierto desosiego ante determinados cambios en el discurso, las actitudes e incluso la iconografía de la izquierda abertzale. Lo que para la gran mayoría supone simplemente un vago sentimiento nostálgico ante cambios necesarios, provoca en algunos sectores cierta inquietud. Hay quien contempla con desconfianza, por ejemplo, el protagonismo prioritario que está adquiriendo EH Bildu frente a Sortu, la negativa a buscar la confrontación ante ciertos ataques del Estado o la moderación en algunos aspectos de la gestión institucional. Se preguntan si no estaremos perdiendo nuestra identidad y transformándonos gradualmente en una fuerza política al uso.

Es obvio que ni el discurso ni la práctica de la izquierda abertzale son iguales ahora que hace diez años. Y ello es así por dos razones. En primer lugar por condicionamientos legales, que impiden hacer cosas que sí nos gustaría hacer. En segundo lugar, hay una serie de cambios voluntarios ya que estamos en una nueva fase y necesitamos adaptarnos para operar mejor en el nuevo escenario. Pero debemos evitar que esos cambios provoquen un debilitamiento de los vínculos emocionales de las bases abertzales con sus referentes organizativos y su táctica política. Porque los sentimientos, debidamente incardinados en una práctica racional, son fundamentales en política.

Hay personas a las que aún les resulta difícil identificarse con EH Bildu, a pesar de ser votantes, porque no presenta algunas de las actitudes características de la izquierda abertzale. Pero es que EH Bildu no es la izquierda abertzale. O mejor dicho, no es sólo la izquierda abertzale. Ser distinto a la izquierda abertzale no es un problema de EH Bildu, es una ventaja. En el nuevo ciclo buscamos la construcción y activación de una triple mayoría: sendas mayorías sociológicas de izquierdas e independentista y una mayoría electoral para la izquierda soberanista. El instrumento central en la construcción de estas mayorías es EH Bildu. Para ello su discurso y su práctica política no pueden ser calcados a los de Sortu. Eso sería desperdiciar su potencial para atraer nuevos sectores. Para llegar a donde nunca se ha podido llegar hacen falta ideas nuevas y EH Bildu es una de esas ideas.

Los medios de comunicación y partidos del sistema son conscientes de que EH Bildu puede convertirse en la fuerza política hegemónica y por eso tratan de ningunearlo como proyecto con entidad propia, identificándolo con la izquierda abertzale, cuya capacidad de aglutinación, aunque amplia, es limitada y conocida. Frente a este intento, la propia izquierda abertzale, junto al resto de miembros de la coalición, debe volcarse en la promoción de EH Bildu como un proyecto de futuro, con un sólido programa conjunto, en el que cada componente aporta un matiz enriquecedor y en el cual el todo resulta mucho más que la suma de las partes.

A algunos militantes de la izquierda abertzale también les resulta difícil compartir proyecto con personas que provienen de otras realidades políticas con las que se ha estado enfrentado. Incluso algunas actitudes puntuales nos resultan difícilmente digeribles. Hay que entender que también a algunos de nuestros socios les pueden resultar incómodas ciertas actitudes pasadas y presentes de la izquierda abertzale y no por ello renuncian a constituir esta alianza. Todos estamos anteponiendo los intereses comunes a los partidistas. Siempre que los factores principales de unidad estén claros, como es el caso, los problemas puntuales son sólo problemas puntuales, a resolver con tacto y paciencia. Y las diferencias bien gestionadas sobre cuestiones de segundo nivel son un factor de enriquecimiento puesto que permiten abarcar un rango ideológico más amplio.

Dónde queda entonces Sortu, cuál es su función?, A mi entender es doble. Dentro de EH Bildu, debemos trabajar, de manera abierta y leal con respecto a nuestros socios, para que el proyecto se mueva en los niveles de máxima ambición ideológica compatibles con los objetivos de acumulación de fuerzas. Al tiempo, la izquierda abertzale tiene algunos objetivos propios y distintos a los de EH Bildu, principalmente relacionados con una mayor profundidad del cambio social y una cultura política menos convencional y más combativa. La promoción de esos objetivos debe ser, junto con el impulso a EH Bildu, el campo prioritario de trabajo de Sortu. Sortu sería a su vez el núcleo de la izquierda abertzale, una amplia red social y organizativa con su propia personalidad, códigos políticos, patrimonio emocional... heredera de una tradición política histórica y firmemente identificada con sus objetivos estratégicos. Y aunque realizará el trabajo público de forma preferente a través de los instrumentos de la coalición no renunciará a acumular sectores sociales al proyecto propio. Sortu y EH Bildu se configuran como planos complementarios y en absoluto contrapuestos, distintos estadios del proceso emancipador.

Otro factor de recelo para parte de las bases abertzales lo constituye la aparentemente tibia respuesta dada a la sucesión de ataques y provocaciones por parte del Estado. No es casualidad que cuando desde el independentismo de izquierda no se está ejerciendo ningún tipo de violencia, la agresividad del españolismo se dispare, bien a través de declaraciones altisonantes desde la AVT, bien mediante amenazas directas como en Hernani o Baztan. Tampoco es casual el frenesí inquisitorial del delegado del Gobierno. Ni la proliferación de controles y maniobras, la imposición de la bandera española, la activación de juicios políticos, la actitud hacia los presos o los discursos insultantes. Aunque la oferta de resolución del conflicto que hace la izquierda abertzale permite que todos ganen en términos democráticos y de convivencia, en el ámbito de la contraposición de proyectos el Estado español camina hacia la derrota.

Consciente de ello, el Estado busca una respuesta irreflexiva por parte de la izquierda abertzale que permita activar una ilegalización que frene el auge independentista, o bien sumir al soberanismo de izquierda en una dinámica de respuestas antirrepresivas que anule su capacidad de aparecer ante la sociedad como una alternativa integral, ligando su imagen a temas relacionados exclusivamente con el conflicto político. No se trata de rehuir siempre el enfrentamiento pero hay que estudiar con detenimiento cada caso para responder de la forma más adecuada. A veces tocará echar pie a tierra y construir un muro popular para la resistencia, otras veces activar la desobediencia y en muchas ocasiones el mayor desprecio vendrá de no hacer aprecio. Lo importante es ser nosotras quienes elijamos cuando usar cada actitud evitando embestir a todos los capotazos que nos van a lanzar. Como no existe una fórmula matemática para definir cómo actuar en cada caso, podrá haber discrepancias legítimas sobre cada decisión, pero creo que el criterio general está claro: no caer en provocaciones y elegir con calma la respuesta que mejores réditos políticos nos va a dar, evitando que el proyecto soberanista se vea envuelto en una nube de permanente conflictividad que desdibuje nuestra oferta alternativa ante la multicrisis que sacude al Estado.

Hay que tener clara la enorme diferencia entre el pragmatismo que partiendo del análisis honesto de la realidad asume que a veces la estrategia frontal no es la más eficaz y el oportunismo acomodaticio, que renuncia a la lucha para no poner en peligro privilegios particulares de personas o partidos. La identidad de la izquierda abertzale no reside en unas palabras, siglas, lemas o logotipos, sino en la fidelidad a sus principios. Asumir dinámicas graduales, impulsar alianzas tácticas o actuar con cintura política para tener más posibilidades de lograr los objetivos es ser más fiel a los principios que adoptar poses puristas pero estériles. Podrá haber errores en la definición de la táctica pero jamás habrá renuncia, porque los objetivos estratégicos de independencia, socialismo y feminismo, junto con una cultura política basada en el compromiso, la militancia, la combatividad y la honestidad, constituyen el ADN de la izquierda abertzale y nadie puede ni quiere cambiar esto.

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