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La Quincena Musical clausura con la «Resurrección» de Mahler

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Mikel CHAMIZO | DONOSTIA

A principios de agosto fue la «Sinfonía Babi Yar» de Shostakovich la que recordó el horror de la destrucción de la ciudad en 1813; la pasada semana, a través de la «Inextinguible» de Nielsen, se elevó un canto a la capacidad de la vida para sobreponerse a las adversidades; y esta tarde, con la «Sinfonía Resurrección» de Mahler, la Quincena Musical completará su recorrido simbólico por la quema y reconstrucción de Donostia hace 200 años.

El concierto de hoy es, además, especial por varias razones: es el último de esta edición de Quincena, que habitualmente finaliza en setiembre pero que esta vez lo hará coincidiendo con la carismática fecha del 31 de agosto; y también será el último de Víctor Pablo Pérez al frente de la Orquesta Sinfónica de Galicia, de la que ha sido director titular durante veinte años. Juntos han visitado la Quincena hasta en ocho ocasiones. «Para mí es muy especial despedirme con esta obra fetiche para los donostiarras, que después de la `Novena' de Beethoven es la gran obra sinfónico-coral del repertorio», reconoció ayer Pérez.

La orquesta gallega estará acompaña por el Orfeón Donostiarra y dos cantantes femeninas: la joven soprano guipuzcoana Arantza Ezenarro y la norteamericana Michelle DeYoung, que ha cantado esta sinfonía en infinidad de ocasiones, entre ellas el homenaje que se rindió en Nueva York a las víctimas del 11-S. «Para mí es un honor cantar esta obra en un día tan especial para la ciudad», confesó DeYoung. «Tras la destrucción que se produce en la primera parte de la sinfonía, el último movimiento envía el mensaje de que `resurgiremos de nuevo', muy poderoso de por sí y que adquiere una especial significación en una celebración como la de hoy».

Pero el principal protagonista de ese último movimiento es, sin duda, el coro. Esteban Urzelai, subdirector del Orfeón Donostiarra, explicó que «el coro debe pasar de 0 a 100 en tan solo diez minutos», con unos dificilísimos compases iniciales que «tienen que percibirse sin que realmente se escuchen, como si el sonido llegara de la ultratumba tras la destrucción anterior». Reconoció también que es su forma de realizar ese pianísimo, impactante según todos los testimonios, la razón por la que el Orfeón ha sido requerido tantas veces para cantar esta partitura en importantes escenarios europeos.

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