«¿Cómo puede una misma música llegar a asustar a un bando mientras potencia el ánimo del otro?»
Músico y Codirector del Festival ERTZ
ERTZ arte gunea es el proyecto de un inquieto grupo de creadores surgido en Bera con el objetivo de trabajar diferentes aspectos del arte contemporáneo y, en especial, las propuestas de carácter sonoro. Desde sus inicios en el año 2000, el colectivo ha organizado una gran variedad de eventos, tomando como eje principal el festival anual de otras músicas ERTZ, que se inicia hoy mismo.
Pablo CABEZA | BILBO
Catorce años ininterrumpidos lleva el festival Ertz celebrándose. Meritorio recorrido si se tiene en cuenta que su perfil se dirige a la gente que busca en la música no ya la otra cara de esta, sino el canto mismo de la moneda. Música y conceptos se articulan desde su singular programación, este año con la idea general de los sonidos de la guerra llevado tanto a las charlas como a las diferentes propuestas musicales. Coincidiendo en el tiempo con actos relativos a la programación de Donostia 2016, Ertz también es parte de la exposición «Tratado de paz», o a la inversa, que trata sobre las representaciones de la paz y la guerra en la historia del arte. De otra parte, Hirugarren Belarriak, proyecto de la matriz de todo esto, Audiolab, con sede en Donostia, también aporta su experiencia anual de investigación de la fenomenología de la escucha. Con todo, aunque Ertz divide sus propuestas entre Donostia y Bera, su origen se encuentra en esta pequeña localidad navarra, donde la inquietud musical secular de sus habitantes pregona el hecho de ser nicho de grandes músicos y propuestas que van desde lo mundano a lo sombrío: la experimentación, la vanguardia.
En Ertz la música y la palabra toman lenguajes diferentes a los habituales, la apuesta es rupturista e inquieta. Xabi Erkizia, músico de larga trayectoria y con decenas de proyectos tanto pasados como presentes es codirector de Ertz, como Iñigo Telletxea, músico de Borrokan y Asier Gogorza, fotógrafo.
Ertz, un festival «nuevo» con casi quince años de vida.
Van 14 años ininterrumpidos celebrando el festival. Eso sí, el propio formato, los lugares, sí que han ido cambiando con el tiempo, y en cierto modo hemos ido ampliando nuestro campo de trabajo. Por un lado, hemos pasado de organizar casi solo conciertos de auditorio a expandir el concepto propio de concierto y experimentar con el espacio público (conciertos de campanas, subacuáticos... este año con pirotecnia...). Por otro lado, con el tiempo también hemos dado más importancia a la parte teórica y discursiva de las prácticas sonoras así como las que implican diferentes escuchas, y esto también ha dado otro carácter al propio festival. En cualquier caso, no hablaría de inerrupción, si no de evolución constante.
¿Por qué el sonido de las guerras como concepto y, de paso, como realidad práctica del festival?
Aunque era un tema que ya teníamos en mente trabajarlo desde hace tiempo, todo ha surgido a raíz de la colaboración con la exposición comisionada por Pedro G. Romero «Bake Ituna / Tratado de Paz». El asedio y la quema de Donostia, también tuvo grandes repercusiones en Bera, donde se libró la que podríamos decir la última batalla antes de echar al ejército napoleónico a las fronteras francesas, por tanto incluso geográficamente parecía coherente abordar este tema que la exposición aborda de una forma, en mi parecer, brillante. Por supuesto, nuestra visión no ha sido tan historicista, ni tampoco tenemos tantos recursos para pensar en grande, pero hemos realizado un acercamiento que nos parece muy interesante, y que siempre ha estado estrechamente ligado con el sonido, la música y la escucha, que es el concepto de doble filo. ¿Cómo puede una misma música llegar a asustar a un bando mientras potencia el ánimo del otro, aunque sean vecinos, y por ello culturalmente bastante similares? A partir de esa premisa, hemos caminado en direcciones diferentes, tratando de mostrar esos ecos de guerra que en algunos casos hemos olvidado escuchar. Como dice el texto de presentación del festival, si vivimos en un estado de guerra perpetuo, ¿cómo seremos conscientes del sonido de la guerra? ¿Las guerras contemporáneas?
¿Este planteamiento influye en los contenidos de los artistas musicales o solo en las charlas?
Todas las propuestas se enmarcan dentro de esa temática. Ahora, también es verdad que uno comienza a trabajar con cierta idea, para ello contacta con un determinado artista y surge una negociación y un juego de propuesta-contrapropuesta. Por ejemplo, invitamos a Jose Mari Zabala (guitarrista de Mikel Laboa, Ez dok hamairu, cineasta, fotógrafo) para que presentara su clásico film «Axut» (1976) y él nos ha venido con otra propuesta llamada «Paremtal advisory Lyrics», que es una especie de compilación de sus trabajos, que, por desgracia, no solemos tener posibilidad de disfrutar. Estamos seguros que aquel que quiera encontrar guerra en sus films, la encontrará, aunque no tenga bombas ni cañones. También hemos realizado encargos específicos, como a Colin Hacklander y Farah Hatam, para que trabajen sobre la percusión y el sonido de la bombas al caer, o a José Luis Espejo y Mikel R. Nieto que han estado trabajando con una empresa pirotécnica para realizar un concierto especial.
¿Ertz tiene, de alguna manera, sonidos propios?
¿Sonidos Ertz? Eso sería aberrante. la diferencia la pone el oyente. La frontera está en frente de nuestros oídos, por tanto se trata de mantenerlos abiertos y no dejar que se vuelvan demasiado cómodos y conservadores y se limiten a repetir los obsoletos mantras de la industria musical. Y esta idea es tan vieja como nosotros mismos. No es vanguardia, ni es canción de verano, ni está de moda, ni puede quedar obsoleto. Es parte de nuestra biología y de la forma en la que nos relacionamos con nuestro entorno. Es una pena que nuestros cuerpos no puedan vomitar por las orejas. Si no, probablemente tendríamos úlceras y vomitaríamos a diario. ¿Quizá podríamos decir que los acúfenos son úlceras del oído?
¿De qué se hablará en las charlas?
La idea principal es reflexionar por aquello que consideramos sonido de la guerra. Está claro que la mayoría de nosotros no hemos conocido una guerra real, por tanto gran parte del imaginario que tenemos de la guerra se basa en la representación que se hace de la misma en películas, libros o videojuegos. Pero detrás de todo ese «diseño sonoro» existe una sicología del sonido, incluso sicoacústica, a través de la cual resultamos afectados y generamos afectos. Por ejemplo, no somos conscientes que el glissando que todos relacionamos con la caída de una bomba desde el aire, es el sonido que escucha aquel que lanza la bomba, pero diferente para aquel que la recibe. Esa condición de la escucha y esa representación sonora de la guerra es la que nos sirve como punto de partida para analizar estas complejas relaciones desde diversos puntos de vista y momentos históricos, desde el siglo XV a la actualidad.
¿Y puede existir una especie de canción del verano en este terreno experimental?
Estoy seguro de que mi éxito es tu fracaso. ¿Hablamos el mismo idioma? Por supuesto, en la música experimental también existen modas, y artistas en alza, tendencias y de todo. Pero de ahí a la canción del verano... ¿Le harías esta misma pregunta a un heavy, un deathmetalero, hardcoreta... o jazzero? Es una cuestión de idiomas, esas músicas no necesitan de canciones de verano, aunque eso no implica que escapen de las presiones de público, moda y mercado. Ten en cuenta que lo que tú llamas música experimental no existe como estilo musical, no tiene unas características definidas, y, por tanto, no puede ser ubicada en el mercado con tanta facilidad. En todo caso, esa etiqueta habla de todas aquellas músicas o acercamientos a la música que no entran en las demás clasificaciones o escapan de ellas. Experimental es un adjetivo, no un sujeto. Y canción del verano es un sujeto. Me preocupa que exista una sensación de necesitar encontrar una justificación a eso que se llama música experimental.
Los músicos invitados que usan preferentemente: ¿ordenadores, pregrabados...?
Hay de todo: percusiones, pirotecnia, trompetas, silencios, videoproyectores, mixers, micrófonos, altavoces, voces, papeles, pianos, cámaras de fotos, orejas, sillas, mesas...
La mayoría de nosotros, no hemos conocido una guerra real, por tanto gran parte del imaginario que tenemos de la guerra se basa en la representación que se hace de la misma en películas, libros o videojuegos.