El escritor afgano Atiq Rahimi habla sobre su país desde el exilio, tanto en sus libros como en sus películas. En el cine se inició en el 2002 con el documental «Afghanistan, un état impossible?», para debutar en la ficción dos años después con la adaptación de su novela «Tierra y cenizas» en «Khâkestar-o-khak». Después de ganar el premio Goncourt con su siguiente novela «La piedra de la paciencia» estaba claro que también la llevaría al cine, incluso con un mayor éxito. La película fue seleccionada para el Óscar de Mejor Película de Habla No Inglesa y triunfó en el Festival de Gijón, donde se hizo con el Premio FIPRESCI de la crítica, el del Jurado Joven y el de Mejor Actriz para la iraní Golshifteh Farahani.

El secreto de la buena acogida crítica a «La piedra de la paciencia» radica en la total libertad de la que ha gozado el maestro de guionistas Jean-Claude Carrière, a quien el autor le pidió que traicionara el texto original. La base literaria es un monólogo, comparable en su estilo a «Cinco horas con Mario» de Miguel Delibes. En lugar de hablarle a un cadaver, la protagonista se dirige aquí a un marido que permanece en coma.

En la película la mujer goza de mayor movilidad, sin limitarse al escenario único del dormitorio. La dureza del realismo ambiental afgano es matizada por la estética fotografía de Thierry Arbogast, que busca la belleza escondida en cada plano.

La belleza a descubrir es la representada por Golshifteh Farahani, enclaustrada entre cuatro paredes por culpa de la guerra y de las tradiciones machistas que la obligan a salir cubierta a la calle. Está obligada a orar a su marido día y noche, mientras siga vivo con una bala alojada en el cuello. Unas oraciones que se van transformando en confesiones, para decirle todo lo que a ellas no les está permitido. Es como la piedra de La Meca en la que se deposita lo malo, hasta que estalle en el Apocalípsis.